The New York Times
2 de abril de 2008
“La política de inmigración pone fin al cultivo del jitomate en Pennsylvania” es el titular que encabeza la nota publicada en The New York Times días antes de las elecciones primarias en ese estado. Se trata de un relato periodístico, etnográfico podríamos decir los antropólogos, acerca de los aprietos en los que se encuentran los agricultores que contratan pizcadores para su cosechas. Keith Eckel, de sesenta y un años, es reconocido como el más grande productor de jitomates en el noreste de los Estados Unidos. Sus operaciones en gran escala de la granja reclaman suficientes trabajadores para cosechar diez mil tomates diariamente durante los cálidos meses de agosto y septiembre.
Mr,Keith en las instalaciones de su granja en Pensilvania, E.U.A.
Fotografía tomada del New York Times (2 de abril de 2008)
Este año, sin embargo, Mr. Eckel suspendió su largo historial de treinta y cinco años y no sembró jitomates. Todo el mundo –políticos y electores– está hablando de la política de inmigración, pero para este granjero las redadas de trabajadores ilegales, que las autoridades locales, estatales y federales han puesto en marcha, han roto la cadena de relaciones para el reclutamiento de trabajadores. La mayoría de los pizcadores son de origen latino y han venido a trabajar en la cosecha del jitomate por varias décadas a este lugar.
Mr. Eckel conserva los documentos que por años estos trabajadores le han proporcionado con los que acreditaban su estatus migratorio. En su oficina, en numerosos archivos, se encuentran cuidadosamente ordenados los documentos correspondientes: las formas de Migrant Seasonal Farm Worker Protection Act, las formas del Labor Department I-9, y las formas H-2 agricultural visa privilege. En forma cándida señaló para la entrevista: “Si las estadísticas nacionales son correctas, 70% de los documentos que se hallan en esos archivos son fraudulentos”. Por años Mr. Eckel siguió la corriente. “Sin embargo en el actual clima político”, dijo, “yo no puedo arriesgarme a sembrar dos millones de plantas de jitomate y luego ver cómo se pudren en los campos”.
Ésta es la contradicción que afecta a unos cuarenta mil agricultores comerciales que se encuentran en una encrucijada entre la política y la realidad. O dejan de sembrar los cultivos que necesitan a los cosechadores manuales, o se arriesgan sin tener ninguna certeza de que contarán con los suficientes trabajadores para levantar sus cosechas.
Para ganar la elección a las diputaciones en la legislatura estatal, todos los candidatos –demócratas y republicanos– están prometiendo que endurecerán las medidas contra la inmigración ilegal. El diputado del distrito electoral al que pertenece Mr. Eckel y su granja promete que impondrá sanciones tanto a los patrones que contraten a ilegales como a los trabajadores que sean descubiertos sin sus documentos en regla. Algunos consideran que si se elevan los salarios, los granjeros podrían conseguir trabajadores locales para hacer estas faenas agrícolas. Pero los residentes locales no van a acudir a levantar la cosecha de jitomate aunque se eleven los salarios.
La sanción que más afecta a las plantaciones de jitomate son las deportaciones. El contratista de trabajadores de Mr. Eckel, el señor Raymundo Vega, le indicó que él no podría conseguir más que unos setenta y cinco trabajadores de los ciento veinte que regularmente trabajan en la pizca del jitomate. Éstos han venido siempre y se acomodaban en unos dormitorios colectivos, con techos de lámina, ubicados a las orillas de la propiedad durante los dos meses de la cosecha. El año pasado algunos de ellos fueron deportados y ahora otros tienen temor a volver. “Están espantados” dijo el Sr. Vega, “pues podrían terminar en la cárcel”.
Estas circunstancias condujeron a Mr. Eckel a suspender las siembras de jitomate este año. Todos los periódicos y medios de comunicación dieron a conocer la noticia de que este importante granjero del jitomate había cerrado su negocio este año. Pocos días después lo llamó el consejero agrícola del senador Barack Obama para tener una conversación sobre su situación.
Pero Mr. Eckel se esperará hasta febrero del año entrante. Para ver si el clima político ha cambiado para entonces, con una nueva correlación de fuerzas en el ejecutivo y en el legislativo, y entonces tomará la decisión de volver a sembrar jitomates o no. Si las cosas no han cambiado, él ya no volverá a sembrar. Los tractores y las sembradoras que se encuentran paradas en las bodegas de la plantación no podrán permanecer inactivos por mucho tiempo; hay que ponerlos a la venta en uno o dos años a lo más para evitar la depreciación.
“No pretendo hacer una declaración política”, señaló Mr. Eckel, “ésta es una pura cuestión económica”.
Dr. Roberto Melville (CIESAS-DF)
Comentarios a: melville.ciesas@yahoo.com
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