Hace 200 años

Retomemos la lectura del capítulo IV del primer volumen de la Historia de México de Lucas Alamán donde se destaca el rezago con el que llegaban las noticias de la metrópoli a la Nueva España, por el desarrollo de los medios de comunicación de la época.
“Recibiéronse en Méjico el 8 de Junio de 1808, las noticias de los sucesos de Aranjuez de 18 y 19 de Marzo, que condujo a Veracruz la barca Atrevida, salida de Cádiz el 21 de Abril. Grande fue el gozo que causó la caída de Godoy y la proclamación del nuevo monarca: el nombre de Fernando era aclamado con júbilo general, y todos se felicitaban mutuamente, sin distinción alguna entre europeos y americanos. Acaeció ser aquel día domingo de pascua de Espíritu Santo, durante la cual hay gran concurrencia de gente de la capital en el inmediato pueblo de S. Agustín de las Cuevas, que ahora se llama Tlalpan, en donde se tienen bailes, juego de naipes, peleas de gallos y otras diversiones. El virrey, según su costumbre había concurrido a ellas, y allí recibió las gacetas de Madrid que contenían la abdicación de Carlos IV, la exaltación de Fernando, y algunos de los primeros decretos de éste que hizo leer al público en el palenque de gallos: notóse que todo le había causado indisplicencia, la que se atribuía, así como algunas expresiones indiscretas de la virreina, al disgusto que les causaba la caída de su favorecedor Godoy; presunciones que recibían una grande apariencia de probabilidad, viéndole en tales circunstancias permanecer ausente de la capital todavía por tres días más, llamando mucho la atención el que no hubiese mandado solemnizar tan plausibles noticias con las salvas, repiques y misa de gracias que se acostumbra en menos importantes ocurrencias, con la frívola disculpa de haber otras ocupaciones en la iglesia catedral. Estas primeras sospechas fueron en lo sucesivo creciendo, y tomaron más cuerpo con nuevos motivos de desconfianzas y temores.
Por la barca Corza, salida de Cádiz el 14 de Mayo, se tuvieron las noticias de la partida de la familia real para Bayona, y de la sublevación de Madrid el 2 de aquel mes. El virrey las recibió por extraordinario en la madrugada del 23 de Junio, día en que habiendo concurrido al palacio todas las autoridades por ser la octava de Corpus, les dio conocimiento de ellas, leyendo las gacetas, y estando los ánimos mal prevenidos, algunos de los concurrentes creyeron que lo hacía de una manera placentera, y que no le era desagradable la idea de continuar en el virreinato, merced a la confusión en que veía se iba envolviendo España.
No obstante lo desasosegados que andaban los espíritus con estas novedades, se estaba preparando la solemnidad de la proclamación y jura del nuevo rey para la que solo se esperaban las comunicaciones oficiales que aún no se habían recibido, cuando el 14 de Julio llegaron á Méjico las gacetas de Madrid, conducidas por la barca Ventura, que salió de Cádiz el 26 de Mayo, que contenían las renuncias de todos los individuos de la familia real y el nombramiento del duque de Berg, como lugarteniente general del reino, mandado reconocer por circular del consejo real. Difícil es pintar la profunda sensación que tales acontecimientos causaron, y los diversos intereses que estas noticias pusieron en acción. Éste fue el momento crítico en que se comenzaron a desarrollar las semillas de las turbulencias que después tuvieron tanto y tan funesto crecimiento. Considerábase acéfala la monarquía: las renuncias de Bayona se miraban como unos actos de la violencia y arterías de Napoleón, cuya perfidia era objeto de general aborrecimiento y detestación. ¿Y cuál debía ser en tales circunstancias la suerte de la Nueva España? ¿cuáles las medidas que convendría tomar en un caso tan extraordinario y de que no había antecedente ni ejemplar en la historia de la monarquía? Éstas eran las cuestiones que por todas partes se agitaban, y el modo mismo en que la publicación se había hecho por el gobierno, daba motivo a grandes inquietudes, pues sin indicar resolución alguna, en un corto preámbulo de la gaceta en que se insertaron aquellos documentos, se decía: ‘que después de madura conferencia con los Sres. ministros del real acuerdo, y de conformidad con su uniforme dictamen, había dispuesto el virrey la publicación para noticia y conocimiento de todo el reino’.
Aun estas mismas palabras fueron motivo de sospechas y contestaciones: el virrey pasó las gacetas de Madrid en que constaban las renuncias de la corona al acuerdo, el cual viendo la importancia y gravedad de la materia, le invitó á asistir á la sesión. En ella, el fiscal de lo criminal Robledo, propuso y se acordó, que se prestase juramento de guardar sigilo en lo que allí se acordara; siguió él mismo probando la nulidad de las renuncias, y propuso se tratase con los ingleses para que trajesen á Méjico á D. Pedro, infante de Portugal, que estaba en el Brasil, y por último se resolvió no dar cumplimiento á ninguna orden del duque de Berg, y mantener el reino en defensa en espera del curso que tomasen las cosas. La audiencia en su informe al gobierno de España, dice, que propuso al virrey que al publicar las renuncias, se hiciese una proclama dirigida á manifestar la disposición en que estaban el mismo virrey y el real acuerdo, para no reconocer dominación alguna extranjera, y que el virrey dijo que no era tiempo. Tampoco se manifestó dispuesto a admitir lo que el acuerdo había propuesto, acerca de suspender la enajenación de fincas para los capitales de la caja de consolidación, que la audiencia conocía ser motivo de gran disgusto que debía removerse en aquellos momentos. El virrey no habla de esta circunstancia en los varios papeles publicados en su defensa. La introducción de la gaceta que se ha copiado arriba, fue mandada al editor por la secretaría del virreinato, y habiendo creído conveniente el oidor Aguirre, que era el revisor de aquel periódico, sustituir en vez de ‘uniforme dictamen’, las palabras ‘que el virrey y el real acuerdo’”.

Dr. Roberto Melville (CIESAS-DF)
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