Otra Perspectiva
Son las seis de la tarde, vengo del CIESAS-DF y voy de regreso a mi casa en el metrobús. Estoy siendo aplastada por dos hombres. El que está frente a mí sonríe mientras canta una canción que escucha a alto volumen en su iPod. ¡Toda la gente a su alrededor ahora sabe que él escucha y le gusta Madonna! No puedo ver al hombre que está detrás de mí, pero siento su codo presionando mi espalda. Trato de acomodarme pero no hay espacio para moverme. No hay espacio para respirar. Faltan sólo 13 estaciones para llegar...ahora 10...ahora 8... El problema es que en cada parada aborda más gente que la que se baja. Ahora 5... ahora 3... Empiezo a abrirme paso hacia la salida. Nadie se mueve. Me paro en el asiento para evaluar la situación desde arriba. ¿Cómo me voy a bajar? ¿Cómo me libraré de esto? Grito, “¡Bajan, por favor!”. Nadie se mueve. Nadie se puede mover. Falta poco para mi estación. El chofer baja la velocidad. Las puertas se abren rápido y antes de que me dé cuenta inicia ese irritante sonido que indica que las puertas se cerrarán en cinco segundos. Debo hacer algo. Empujo con todo mi peso, con toda mi fuerza, empujo para abrirme una salida. Finalmente soy libre.
Aunque mi traslado de una hora hacia la escuela no es uno de mis pasatiempos favoritos, me da la oportunidad de cada semana observar y reflexionar en lo que millones de personas deben hacer en esta ciudad para moverse de un lugar a otro, sólo para ir de su casa al trabajo, sólo para sobrevivir en esta gran megalópolis. Las experiencias como la que describí anteriormente me recuerdan todas las cosas que doy por hecho y pasan desapercibidas en mi ciudad.
Permítanme presentarme. Me llamo Andrea Maldonado y soy una alumna del doctorado en Antropología Cultural en la universidad Brown en Providence, Rhode Island, EE. UU. Desde finales de julio he tenido el privilegio de llamar a la ciudad de México mi hogar, y desde septiembre de llamar al CIESAS-DF y la UAM-Iztapalapa mis escuelas. Al hacer un recuento de mi tiempo aquí, de toda la gente tan maravillosa que he conocido, en las conversaciones estimulantes que he entablado, en todos los retos que he sobrevivido, siento una abrumadora satisfacción y alegría.
Sobre cualquier otro sentimiento, lo que mayormente quiero expresar a los lectores (y en especial a mis compañeros) es mi profunda admiración por su compromiso con el estudio, así como mi inmensa gratitud por recibirme calurosamente en su comunidad. Estén seguros que su fuerza, perseverancia y su amabilidad me motivarán para aspirar nada menos que a la excelencia en los meses y años por venir.
Los estudiantes que he conocido en estos meses son absolutamente increíbles. Posiblemente estoy más sorprendida por su viveza y flexibilidad en cuanto a algunos retos que soportan para lograr una educación avanzada en México. Por ejemplo, un estudiante me cuenta acerca de su viaje de dos horas y media para llegar al CIESAS, el cual tiene que hacer al menos tres veces por semana. Otra me platica que tiene que salir de su casa en Puebla a las cuatro de la mañana para llegar a tiempo a su clase en la UAM-I. Otro par de alumnas que están criando a sus hijos por sí mismas me platican de sus preocupaciones para balancear sus responsabilidades académicas y familiares de manera efectiva. También hay un gran número de estudiantes que he conocido que hacen malabares con uno o dos trabajos mientras cumplen con la carga escolar. Lo más reconocible es que a pesar de todas las obligaciones que estos individuos tienen que cumplir, parece que manejan sus vidas con mucha gracia.
Aunque tengan que pasar horas y horas transportándose a diferentes lugares de la ciudad para encontrar los libros que necesitan o tener que esperar poco más de dos meses para la llegada del primer depósito de su beca, no lo demuestran (al menos no a mí). Siguen sonriendo, siguen riendo y siguen tomando el tiempo de conocer a otras personas, como a mí, a quienes dejan anonadadas por su generosidad y amistad. ¿Pero cómo lo logran tan efectivamente? ¿De dónde sacan esa energía que necesitan para ser buenos estudiantes, padres, empleados, hijos? Y ¿cómo encuentran todavía el tiempo para ser tan buenos anfitriones?
El nivel de paciencia y comprensión que he observado en mis nuevos amigos es extraordinario. Quizá su actitud relajada y alegre les permite adaptarse tan rápido y efectivamente a situaciones diferentes que se presentan en sus vidas. ¡Prometo que pensaré dos veces antes de frustrarme la próxima vez que esté en Brown y no pueda encontrar un libro en la biblioteca, cuando en el auto algún conductor imprudente de Rhode Island me cierre el paso o cuando alguien me diga que tengo que ser más paciente!
Estoy sinceramente agradecida con todos los estudiantes, profesores, administradores y demás trabajadores que se han esforzado por hacerme sentir que pertenezco aquí. Aunque sé que soy diferente de los demás aquí, estoy muy agradecida con todos por no tratarme como tal. Gracias por preguntar acerca de mi investigación, incluirme en diálogos estimulantes, ser pacientes con mi acento de gringa, dejarme ver sus notas cuando me pierdo en la clase, ayudarme a buscar una papelería local (una y otra vez), desafiar mi manera de pensar (norteamericana), invitarme a restaurantes, bares, y cafés, compartirme parte de ustedes y ser mis amigos. La vida académica aquí en México no parece tan aislada como a veces es en EE. UU. Les tengo que agradecer a todos por esto.
Por favor déjenme saber si puedo serles de alguna utilidad. Las conversaciones que hemos iniciado no deben terminar simplemente porque me voy en diciembre. Las vías de comunicación por mi parte están abiertas. Si hay algo que he aprendido en mi estancia aquí es que debemos apoyarnos mutuamente a lo largo de nuestra travesía académica. El camino es muy largo como para ir solos.
Traducido por:
F. Ezequiel Elizalde Martínez
Estudiante de Maestría CIESAS-DF
Andrea Maldonado
Estudiante de Doctorado
Brown University
Andrea_Maldonado@brown.edu
Andrea Maldonado se graduó de la maestría en Antropología en la Brown University con la tesis: A Members’ Only Community: Distinction and Performance of Self and Other within Social Clubs in Mexico City (Una comunidad sólo para miembros: Distinción y performance del “Yo” y el “Otro” dentro de los clubes sociales en la Ciudad de México).
Son las seis de la tarde, vengo del CIESAS-DF y voy de regreso a mi casa en el metrobús. Estoy siendo aplastada por dos hombres. El que está frente a mí sonríe mientras canta una canción que escucha a alto volumen en su iPod. ¡Toda la gente a su alrededor ahora sabe que él escucha y le gusta Madonna! No puedo ver al hombre que está detrás de mí, pero siento su codo presionando mi espalda. Trato de acomodarme pero no hay espacio para moverme. No hay espacio para respirar. Faltan sólo 13 estaciones para llegar...ahora 10...ahora 8... El problema es que en cada parada aborda más gente que la que se baja. Ahora 5... ahora 3... Empiezo a abrirme paso hacia la salida. Nadie se mueve. Me paro en el asiento para evaluar la situación desde arriba. ¿Cómo me voy a bajar? ¿Cómo me libraré de esto? Grito, “¡Bajan, por favor!”. Nadie se mueve. Nadie se puede mover. Falta poco para mi estación. El chofer baja la velocidad. Las puertas se abren rápido y antes de que me dé cuenta inicia ese irritante sonido que indica que las puertas se cerrarán en cinco segundos. Debo hacer algo. Empujo con todo mi peso, con toda mi fuerza, empujo para abrirme una salida. Finalmente soy libre.
Aunque mi traslado de una hora hacia la escuela no es uno de mis pasatiempos favoritos, me da la oportunidad de cada semana observar y reflexionar en lo que millones de personas deben hacer en esta ciudad para moverse de un lugar a otro, sólo para ir de su casa al trabajo, sólo para sobrevivir en esta gran megalópolis. Las experiencias como la que describí anteriormente me recuerdan todas las cosas que doy por hecho y pasan desapercibidas en mi ciudad.
Permítanme presentarme. Me llamo Andrea Maldonado y soy una alumna del doctorado en Antropología Cultural en la universidad Brown en Providence, Rhode Island, EE. UU. Desde finales de julio he tenido el privilegio de llamar a la ciudad de México mi hogar, y desde septiembre de llamar al CIESAS-DF y la UAM-Iztapalapa mis escuelas. Al hacer un recuento de mi tiempo aquí, de toda la gente tan maravillosa que he conocido, en las conversaciones estimulantes que he entablado, en todos los retos que he sobrevivido, siento una abrumadora satisfacción y alegría.
Sobre cualquier otro sentimiento, lo que mayormente quiero expresar a los lectores (y en especial a mis compañeros) es mi profunda admiración por su compromiso con el estudio, así como mi inmensa gratitud por recibirme calurosamente en su comunidad. Estén seguros que su fuerza, perseverancia y su amabilidad me motivarán para aspirar nada menos que a la excelencia en los meses y años por venir.
Los estudiantes que he conocido en estos meses son absolutamente increíbles. Posiblemente estoy más sorprendida por su viveza y flexibilidad en cuanto a algunos retos que soportan para lograr una educación avanzada en México. Por ejemplo, un estudiante me cuenta acerca de su viaje de dos horas y media para llegar al CIESAS, el cual tiene que hacer al menos tres veces por semana. Otra me platica que tiene que salir de su casa en Puebla a las cuatro de la mañana para llegar a tiempo a su clase en la UAM-I. Otro par de alumnas que están criando a sus hijos por sí mismas me platican de sus preocupaciones para balancear sus responsabilidades académicas y familiares de manera efectiva. También hay un gran número de estudiantes que he conocido que hacen malabares con uno o dos trabajos mientras cumplen con la carga escolar. Lo más reconocible es que a pesar de todas las obligaciones que estos individuos tienen que cumplir, parece que manejan sus vidas con mucha gracia.
Aunque tengan que pasar horas y horas transportándose a diferentes lugares de la ciudad para encontrar los libros que necesitan o tener que esperar poco más de dos meses para la llegada del primer depósito de su beca, no lo demuestran (al menos no a mí). Siguen sonriendo, siguen riendo y siguen tomando el tiempo de conocer a otras personas, como a mí, a quienes dejan anonadadas por su generosidad y amistad. ¿Pero cómo lo logran tan efectivamente? ¿De dónde sacan esa energía que necesitan para ser buenos estudiantes, padres, empleados, hijos? Y ¿cómo encuentran todavía el tiempo para ser tan buenos anfitriones?
El nivel de paciencia y comprensión que he observado en mis nuevos amigos es extraordinario. Quizá su actitud relajada y alegre les permite adaptarse tan rápido y efectivamente a situaciones diferentes que se presentan en sus vidas. ¡Prometo que pensaré dos veces antes de frustrarme la próxima vez que esté en Brown y no pueda encontrar un libro en la biblioteca, cuando en el auto algún conductor imprudente de Rhode Island me cierre el paso o cuando alguien me diga que tengo que ser más paciente!
Estoy sinceramente agradecida con todos los estudiantes, profesores, administradores y demás trabajadores que se han esforzado por hacerme sentir que pertenezco aquí. Aunque sé que soy diferente de los demás aquí, estoy muy agradecida con todos por no tratarme como tal. Gracias por preguntar acerca de mi investigación, incluirme en diálogos estimulantes, ser pacientes con mi acento de gringa, dejarme ver sus notas cuando me pierdo en la clase, ayudarme a buscar una papelería local (una y otra vez), desafiar mi manera de pensar (norteamericana), invitarme a restaurantes, bares, y cafés, compartirme parte de ustedes y ser mis amigos. La vida académica aquí en México no parece tan aislada como a veces es en EE. UU. Les tengo que agradecer a todos por esto.
Por favor déjenme saber si puedo serles de alguna utilidad. Las conversaciones que hemos iniciado no deben terminar simplemente porque me voy en diciembre. Las vías de comunicación por mi parte están abiertas. Si hay algo que he aprendido en mi estancia aquí es que debemos apoyarnos mutuamente a lo largo de nuestra travesía académica. El camino es muy largo como para ir solos.
Traducido por:
F. Ezequiel Elizalde Martínez
Estudiante de Maestría CIESAS-DF
Andrea Maldonado
Estudiante de Doctorado
Brown University
Andrea_Maldonado@brown.edu
Andrea Maldonado se graduó de la maestría en Antropología en la Brown University con la tesis: A Members’ Only Community: Distinction and Performance of Self and Other within Social Clubs in Mexico City (Una comunidad sólo para miembros: Distinción y performance del “Yo” y el “Otro” dentro de los clubes sociales en la Ciudad de México).
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