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En la revista EstePaís se reproduce la conferencia magistral que el Dr. Pablo Latapí Sarre dictó con motivo del Doctorado Honoris Causa que la Universidad Autónoma Metropolitana le otorgó por sus merecimientos como iniciador e impulsor de la investigación educativa en México. Compartimos los profesores e investigadores de los centros de investigación y enseñanza en México un entorno de cambio sociocultural. Nuestras instituciones tienen que ser mejores y no siempre contamos con los medios para lograrlo. Nos enfrentamos a una compleja cadena de exigencias y presiones ante las cuales estamos tomando decisiones acerca de lo que debemos y podemos hacer. Un momento de reflexión resulta muy apropiado.
Pablo Latapí Sarre comparte con nosotros cuatro grandes preocupaciones, cuatro críticas a las premisas sobre las cuales se plantea la modernización y cambio de las instituciones universitarias. Una: el ideal de la “excelencia” le parece una aberración. Dos: ¿en qué consiste la calidad de la educación? Tres: ¿qué conocimientos son necesarios para el desarrollo de nuestros países? Y cuatro: ¿Cuánta formación humanista requiere el desarrollo humano asociado a la ciencia y la tecnología? El texto completo de la conferencia no lo encontrará en http://www.estepais.com/ a menos que usted sea un suscriptor de la revista, pero puede localizarlo en www.iztapalapa.uam.mx/avisos/proyesp/documentacion/drlatapi.pdf. y en forma resumida www.azc.uam.mx/publicaciones/aleph/aleph115encarte.pdf.
Según el doctor Latapí, la excelencia es una meta ilusoria en la educación, porque ésta es sinónimo de perfección. Y la educación solamente aspira a una superación gradual, a un proceso de desarrollo de capacidades y talentos, sin perder de vista que éstos también resulten de utilidad a los demás, no sólo al individuo. La pretensión de excelencia puede conducirnos a sobrevalorarnos respecto de los demás y desdeñar aquellos lazos solidarios que nos unen, sobre todo con los más débiles.
La segunda preocupación del doctor Latapí es la falta de claridad sobre la definición de la calidad de la educación. No desea que ésta sea confundida con la adquisición de conocimientos, ni con el “éxito” de los estudiantes en el mundo laboral. En términos de la macroplaneación, la calidad puede definirse alrededor de cuatro criterios: eficacia, eficiencia, relevancia y equidad. Pero a nivel micro, el educador siempre pone el énfasis en la relación que se establece entre el maestro y el alumno, y en la disposición que el alumno desarrolla respecto del aprendizaje. Los alumnos se educan cuando gracias a los estímulos y ejemplos de sus maestros conocen que hay niveles superiores a los que ellos pueden aspirar, y motivados se esfuerzan por adquirir hábitos, conocimientos y valores. El maestro pone en juego sus experiencias vitales a la hora de trasmitir algunos conocimientos, algunas virtudes venerables, y algunos estímulos para que sus alumnos descubran su libertad posible y la construyan.
La tercera preocupación se desarrolla alrededor del concepto de la “sociedad del conocimiento” entendido como el conjunto de nociones científicas y técnicas que parecen necesarias si los países desean competir exitosamente en un mundo globalizado. Esto es, aquellos conocimientos que parecen económicamente útiles. Los antropólogos y los científicos sociales compartimos esta preocupación del doctor Latapí, cuando difundimos conocimientos adquiridos en una gama amplia de sociedades y culturas humanas; y cuando conducimos a los estudiantes hacia la investigación de las muy diversas formas de conocimiento que podemos encontrar en las sociedades humanas. Son los conocimientos relacionados con la conservación de la naturaleza, con el entorno inmediato, con las relaciones sociales que dan sentido a variadas formas de colaboración y participación, con el gusto estético, la religiosidad popular y la historia. Si entiendo correctamente la preocupación del doctor Latapí, no se trata de desdeñar aquellas habilidades y conocimientos que nos permiten a los ciudadanos salir adelante en la vida, de tipo utilitario, sino de cultivar e integrar otras formas de conocimientos que dan cuenta de quiénes somos, de nuestra historia y de nuestros vínculos con el entorno y con otros grupos sociales y culturales.
Ésta se liga con una cuarta preocupación relacionada con el papel de la educación humanista, cuya función es también la de despertar intereses más allá de lo útil, por lo artístico y lo moralmente bueno, por los seres vivos y por el planeta, por la cultura y por la literatura. Compartir estas preocupaciones con los universitarios de México constituye un ejercicio más del educador que es Pablo Latapí Sarre. No tenemos que coincidir con las preocupaciones y con la manera de pensar del maestro, pero a partir de sus ideas reflexionaremos acerca de los retos y dilemas que la sociedad tiene por delante a la hora de fijar metas y medios para alcanzar una educación integral, apropiada a nuestras circunstancias. En cada escuela, en cada salón de seminario, éstas y otras preocupaciones están a la orden del día.
Agradezco a David Navarrete haberme llamado la atención sobre este texto.
Roberto Melville
Investigador del CIESAS-DF
Se admiten todas sus sugerencias en
melville.ciesas@yahoo.com
Pablo Latapí Sarre comparte con nosotros cuatro grandes preocupaciones, cuatro críticas a las premisas sobre las cuales se plantea la modernización y cambio de las instituciones universitarias. Una: el ideal de la “excelencia” le parece una aberración. Dos: ¿en qué consiste la calidad de la educación? Tres: ¿qué conocimientos son necesarios para el desarrollo de nuestros países? Y cuatro: ¿Cuánta formación humanista requiere el desarrollo humano asociado a la ciencia y la tecnología? El texto completo de la conferencia no lo encontrará en http://www.estepais.com/ a menos que usted sea un suscriptor de la revista, pero puede localizarlo en www.iztapalapa.uam.mx/avisos/proyesp/documentacion/drlatapi.pdf. y en forma resumida www.azc.uam.mx/publicaciones/aleph/aleph115encarte.pdf.
Según el doctor Latapí, la excelencia es una meta ilusoria en la educación, porque ésta es sinónimo de perfección. Y la educación solamente aspira a una superación gradual, a un proceso de desarrollo de capacidades y talentos, sin perder de vista que éstos también resulten de utilidad a los demás, no sólo al individuo. La pretensión de excelencia puede conducirnos a sobrevalorarnos respecto de los demás y desdeñar aquellos lazos solidarios que nos unen, sobre todo con los más débiles.
La segunda preocupación del doctor Latapí es la falta de claridad sobre la definición de la calidad de la educación. No desea que ésta sea confundida con la adquisición de conocimientos, ni con el “éxito” de los estudiantes en el mundo laboral. En términos de la macroplaneación, la calidad puede definirse alrededor de cuatro criterios: eficacia, eficiencia, relevancia y equidad. Pero a nivel micro, el educador siempre pone el énfasis en la relación que se establece entre el maestro y el alumno, y en la disposición que el alumno desarrolla respecto del aprendizaje. Los alumnos se educan cuando gracias a los estímulos y ejemplos de sus maestros conocen que hay niveles superiores a los que ellos pueden aspirar, y motivados se esfuerzan por adquirir hábitos, conocimientos y valores. El maestro pone en juego sus experiencias vitales a la hora de trasmitir algunos conocimientos, algunas virtudes venerables, y algunos estímulos para que sus alumnos descubran su libertad posible y la construyan.
La tercera preocupación se desarrolla alrededor del concepto de la “sociedad del conocimiento” entendido como el conjunto de nociones científicas y técnicas que parecen necesarias si los países desean competir exitosamente en un mundo globalizado. Esto es, aquellos conocimientos que parecen económicamente útiles. Los antropólogos y los científicos sociales compartimos esta preocupación del doctor Latapí, cuando difundimos conocimientos adquiridos en una gama amplia de sociedades y culturas humanas; y cuando conducimos a los estudiantes hacia la investigación de las muy diversas formas de conocimiento que podemos encontrar en las sociedades humanas. Son los conocimientos relacionados con la conservación de la naturaleza, con el entorno inmediato, con las relaciones sociales que dan sentido a variadas formas de colaboración y participación, con el gusto estético, la religiosidad popular y la historia. Si entiendo correctamente la preocupación del doctor Latapí, no se trata de desdeñar aquellas habilidades y conocimientos que nos permiten a los ciudadanos salir adelante en la vida, de tipo utilitario, sino de cultivar e integrar otras formas de conocimientos que dan cuenta de quiénes somos, de nuestra historia y de nuestros vínculos con el entorno y con otros grupos sociales y culturales.
Ésta se liga con una cuarta preocupación relacionada con el papel de la educación humanista, cuya función es también la de despertar intereses más allá de lo útil, por lo artístico y lo moralmente bueno, por los seres vivos y por el planeta, por la cultura y por la literatura. Compartir estas preocupaciones con los universitarios de México constituye un ejercicio más del educador que es Pablo Latapí Sarre. No tenemos que coincidir con las preocupaciones y con la manera de pensar del maestro, pero a partir de sus ideas reflexionaremos acerca de los retos y dilemas que la sociedad tiene por delante a la hora de fijar metas y medios para alcanzar una educación integral, apropiada a nuestras circunstancias. En cada escuela, en cada salón de seminario, éstas y otras preocupaciones están a la orden del día.
Agradezco a David Navarrete haberme llamado la atención sobre este texto.
Roberto Melville
Investigador del CIESAS-DF
Se admiten todas sus sugerencias en
melville.ciesas@yahoo.com
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