El narcotráfico: un punto sin retorno.
El narcotráfico ha transformado de manera radical el rostro del país con su larga y densa sombra que oscurece los lugares más recónditos del territorio nacional; actúa en la ciudad y en el campo, en los ejidos y en los barrios, en las comunidades y en los sectores corporativos tradicionales; a sus filas incorpora a empresarios y comerciantes, a políticos y líderes, a caciques, a jefes de la policía, a miembros de la inteligencia y del alto mando militar; así como a una gran masa de la población civil que acrecienta un gigantesco ejército de trabajadores dedicados al trasiego de la droga, al lavado del dinero y al cobro de deudas y de cuentas pendientes. El narcotráfico constituye en la actualidad y desde hace varios lustros uno de los ejes de la acumulación y concentración de capital más dinámicos de la economía, es un extenso río de dinero que corre arrastrando conciencias, comprando voluntades y pagando silencios; que crea inmensas fortunas e imperios regionales. La violencia que ha desatado no tiene un punto de comparación en la historia del país, traduciéndose en una guerra sórdida y permanente, cotidiana, que cobra vidas aquí y allá. Ha creado un problema de salud de grandes magnitudes entre el sector de la población que se ha hecho adicto, que suma millones y del cual no conocemos todavía las verdaderas consecuencias. En la órbita de cada uno de los cárteles giran otra serie de negocios negros: el secuestro, el robo de coches y la prostitución. Frente a esta realidad es poco lo que queda de la paz social de aquel México que nuestros abuelos y padres vivieron hace varias décadas.
Esclarecer y explicar el complejo y sombrío mundo del crimen organizado dedicado al tráfico de las drogas no es tarea fácil, por una parte por los peligros que encierra y, por otra, porque está conformado por una amplia e intrincada red de intereses y complicidades, en la que se cruzan problemas de diversa índole, por ejemplo, pobreza y marginación, que están estrechamente vinculados a las adicciones y a la conformación de sicariatos y de bandas criminales; lavado de dinero y formación de empresarios; elecciones y dinero sucio, etc. Han sido, en su mayoría, los periodistas, comprometidos y obligados por la materia de la actividad que realizan, quienes se han dedicado a explicar un fenómeno que ha rebasado la comprensión del ciudadano que está parado en medio de las ráfagas de metralla de policías y narcos.
Uno de esos periodistas es Ricardo Ravelo (Veracruz, 1967), quien desde hace más de 16 años trabaja en la revista Proceso y se dedica a investigar temas relacionados con el narcotráfico y la seguridad. Hace un poco más de un mes publicó el libro intitulado Herencia maldita. El reto de Calderón y el nuevo mapa del narcotráfico, dedicado “A los periodistas asesinados” –anteriormente había publicado Los narcos y Los narcoabogados–. El libro que ahora nos entrega es una critica sin cortapisas, en la que nos muestra cómo durante el gobierno del presidente Vicente Fox el narcotráfico derrotó al gobierno federal y no dejó un solo espacio del país libre de su violencia, heredando al sucesor, Felipe Calderón, un Estado infiltrado por las fuerzas del crimen organizado, por lo que el nuevo presidente se vio obligado a anunciar en su toma de posesión que “frenaría la violencia y recuperaría los espacios públicos para la convivencia social”. Desafortunadamente el mural que Ravelo pinta en su libro provoca incertidumbre y pesimismo, pues todo parece indicar que la batalla está perdida y que el narcotráfico es un poder de facto que ha impuesto su ley, que ha infiltrado sin ningún recato a los aparatos de seguridad pública federales, estatales y municipales, y que mantiene fuertes vínculos y alianzas con el poder político y grandes negocios con el poder económico.
El libro está compuesto por 27 capítulos, a lo largo de cuales, como si fueran postales, nos va mostrando organizaciones, fenómenos y personajes, sucesos y hechos que han marcado la vida nacional: “el Goyo” Sauceda, su adicción, su locura y el fin del poder; “la Familia”, organización michoacana que “mata en el nombre de Dios”; Jorge Hank Rhon y Tijuana, un paraíso particular; la misteriosa captura de “el Tigrillo”, Francisco Javier Arellano Félix; el asunto de los extraditados; la amenaza para México y Colombia; los nuevos microempresarios del narco; los Arreola de Chihuahua, unos narcos discretos; la operación para detener al avión de “el Chapo” con cinco toneladas de cocaína; los últimos jefes: Amado Carrillo y Félix Gallardo; el poder político en el narco; la trágica historia de Mario Villanueva, (a) “el Chueco”, gobernador de Quintana Roo, y así hasta llegar a la misteriosa muerte del “el Señor de los Cielos”. Cada uno de los relatos tiene relación con alguno o algunos de los otros, pero, además, en el interior de cada uno de ellos hay una infinidad de datos que nos sorprenden y ayudan a comprender qué está sucediendo en nuestro país, cuáles son las consecuencias de la formación de un poder que se impone cada día y frente al cual ya no hay “punto de retorno”.
En el capítulo que Ricardo Ravelo dedica a la política de Felipe Calderón frente al narco, el periodista veracruzano señala: “Calderón no tiene fuerza en su discurso. Su palabra suena hueca, débil, sin convicción, desprovista de la energía que sólo surge del convencimiento… Felipe Calderón se ve desangelado y por momentos parece un presidente que sólo atiende a una agenda política diseñada desde otro poder, por algo superior que le dicta qué hacer y cómo actuar. ¿Quién gobierna el país? ¿El poder del narcotráfico y de la narcopolítica?”. Un cuestionamiento severo que nos hace pensar en la necesidad encontrar soluciones, así sean parciales, a un asunto que tiene muchas aristas.
Ricardo Ravelo, Herencia maldita. El reto de Calderón y el nuevo mapa del narcotráfico. México, Editorial Grijalbo, 2007.
Dr. Hugo Azpeitia
Investigador del CIESAS-DF
hugo@ciesas.edu.mx
El narcotráfico ha transformado de manera radical el rostro del país con su larga y densa sombra que oscurece los lugares más recónditos del territorio nacional; actúa en la ciudad y en el campo, en los ejidos y en los barrios, en las comunidades y en los sectores corporativos tradicionales; a sus filas incorpora a empresarios y comerciantes, a políticos y líderes, a caciques, a jefes de la policía, a miembros de la inteligencia y del alto mando militar; así como a una gran masa de la población civil que acrecienta un gigantesco ejército de trabajadores dedicados al trasiego de la droga, al lavado del dinero y al cobro de deudas y de cuentas pendientes. El narcotráfico constituye en la actualidad y desde hace varios lustros uno de los ejes de la acumulación y concentración de capital más dinámicos de la economía, es un extenso río de dinero que corre arrastrando conciencias, comprando voluntades y pagando silencios; que crea inmensas fortunas e imperios regionales. La violencia que ha desatado no tiene un punto de comparación en la historia del país, traduciéndose en una guerra sórdida y permanente, cotidiana, que cobra vidas aquí y allá. Ha creado un problema de salud de grandes magnitudes entre el sector de la población que se ha hecho adicto, que suma millones y del cual no conocemos todavía las verdaderas consecuencias. En la órbita de cada uno de los cárteles giran otra serie de negocios negros: el secuestro, el robo de coches y la prostitución. Frente a esta realidad es poco lo que queda de la paz social de aquel México que nuestros abuelos y padres vivieron hace varias décadas.
Esclarecer y explicar el complejo y sombrío mundo del crimen organizado dedicado al tráfico de las drogas no es tarea fácil, por una parte por los peligros que encierra y, por otra, porque está conformado por una amplia e intrincada red de intereses y complicidades, en la que se cruzan problemas de diversa índole, por ejemplo, pobreza y marginación, que están estrechamente vinculados a las adicciones y a la conformación de sicariatos y de bandas criminales; lavado de dinero y formación de empresarios; elecciones y dinero sucio, etc. Han sido, en su mayoría, los periodistas, comprometidos y obligados por la materia de la actividad que realizan, quienes se han dedicado a explicar un fenómeno que ha rebasado la comprensión del ciudadano que está parado en medio de las ráfagas de metralla de policías y narcos.
Uno de esos periodistas es Ricardo Ravelo (Veracruz, 1967), quien desde hace más de 16 años trabaja en la revista Proceso y se dedica a investigar temas relacionados con el narcotráfico y la seguridad. Hace un poco más de un mes publicó el libro intitulado Herencia maldita. El reto de Calderón y el nuevo mapa del narcotráfico, dedicado “A los periodistas asesinados” –anteriormente había publicado Los narcos y Los narcoabogados–. El libro que ahora nos entrega es una critica sin cortapisas, en la que nos muestra cómo durante el gobierno del presidente Vicente Fox el narcotráfico derrotó al gobierno federal y no dejó un solo espacio del país libre de su violencia, heredando al sucesor, Felipe Calderón, un Estado infiltrado por las fuerzas del crimen organizado, por lo que el nuevo presidente se vio obligado a anunciar en su toma de posesión que “frenaría la violencia y recuperaría los espacios públicos para la convivencia social”. Desafortunadamente el mural que Ravelo pinta en su libro provoca incertidumbre y pesimismo, pues todo parece indicar que la batalla está perdida y que el narcotráfico es un poder de facto que ha impuesto su ley, que ha infiltrado sin ningún recato a los aparatos de seguridad pública federales, estatales y municipales, y que mantiene fuertes vínculos y alianzas con el poder político y grandes negocios con el poder económico.
El libro está compuesto por 27 capítulos, a lo largo de cuales, como si fueran postales, nos va mostrando organizaciones, fenómenos y personajes, sucesos y hechos que han marcado la vida nacional: “el Goyo” Sauceda, su adicción, su locura y el fin del poder; “la Familia”, organización michoacana que “mata en el nombre de Dios”; Jorge Hank Rhon y Tijuana, un paraíso particular; la misteriosa captura de “el Tigrillo”, Francisco Javier Arellano Félix; el asunto de los extraditados; la amenaza para México y Colombia; los nuevos microempresarios del narco; los Arreola de Chihuahua, unos narcos discretos; la operación para detener al avión de “el Chapo” con cinco toneladas de cocaína; los últimos jefes: Amado Carrillo y Félix Gallardo; el poder político en el narco; la trágica historia de Mario Villanueva, (a) “el Chueco”, gobernador de Quintana Roo, y así hasta llegar a la misteriosa muerte del “el Señor de los Cielos”. Cada uno de los relatos tiene relación con alguno o algunos de los otros, pero, además, en el interior de cada uno de ellos hay una infinidad de datos que nos sorprenden y ayudan a comprender qué está sucediendo en nuestro país, cuáles son las consecuencias de la formación de un poder que se impone cada día y frente al cual ya no hay “punto de retorno”.
En el capítulo que Ricardo Ravelo dedica a la política de Felipe Calderón frente al narco, el periodista veracruzano señala: “Calderón no tiene fuerza en su discurso. Su palabra suena hueca, débil, sin convicción, desprovista de la energía que sólo surge del convencimiento… Felipe Calderón se ve desangelado y por momentos parece un presidente que sólo atiende a una agenda política diseñada desde otro poder, por algo superior que le dicta qué hacer y cómo actuar. ¿Quién gobierna el país? ¿El poder del narcotráfico y de la narcopolítica?”. Un cuestionamiento severo que nos hace pensar en la necesidad encontrar soluciones, así sean parciales, a un asunto que tiene muchas aristas.
Ricardo Ravelo, Herencia maldita. El reto de Calderón y el nuevo mapa del narcotráfico. México, Editorial Grijalbo, 2007.
Dr. Hugo Azpeitia
Investigador del CIESAS-DF
hugo@ciesas.edu.mx
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