Obituario. John Victor Murra (1916-2006)


John Victor Murra
(1916-2006)

Hace unas cuantas semanas nos enteramos de la muerte de nuestro querido John Victor Murra, ocurrida en Ithaca, Esta­dos Unidos. La noticia corrió de boca en boca y de correo en co­rreo entre sus nume­rosos amigos, colegas y alumnos de todo el mundo, en especial los andinos, sus más allegados. El 24 de agosto pasado John alcanzó los 90 años.
Murra era un hombre fascinante y admirable, uno de esos seres que sólo por excepción se conocen en la vida. Además de brillante era ra­dical, políglota, culto, buen mozo, mundano, con una historia de vida como de novela, excombatiente de la guerra civil española, víctima del autoritarismo macartista, sapientísimo antropólogo, maestro, pero sobre todo era “el” estudioso de los Andes, el más reconocido a nivel mundial en lo que toca a la etnohistoria del Tawantinsuyu. Pero John V. Murra fue, ante todo, un pensador original, un antropólogo en el más amplio sentido de la palabra, que renovó profundamente la manera de analizar e interpretar a las sociedades y civilizaciones andinas en el contexto de la evolución cultural de la humanidad. Gracias a su trabajo y al de sus discípulos, las añejas concepciones unilineales y eurocentristas sobre el Estado inca como una especie de Estado socialista, tan en boga antes de sus investigaciones, no sólo fueron refutadas sino desechadas para siempre. En suma, John V. Murra es un referente obligado en la historia de la antropología mundial del siglo xx.
Pero a todo esto ¿cuál fue la relación él y México? Ángel Palerm, personaje entrañable para nuestra institución, fue precisamente el que nos hizo conocer a Murra, a propósito de la invita­ción que le hizo para que organizara el Seminario comparativo de Mesoamérica y el Área Andina, realizado en el CIS-INAH en 1972 y que dejó huella en toda una generación. En los años posteriores Murra participó en otras reuniones académicas en México, sembrando en los estudiosos mexicanos sus ideas y la necesidad de realizar compa­raciones con otras culturas, a través de sus exposiciones siempre deslumbrantes, siempre provocadoras.
John nació un 24 de agosto de 1916 en Odessa, Ucrania, de padres judíos no religiosos. Pasó su niñez y primera juventud en Bucarest, Rumania. Su padre insistió en que él y su hermana Beatriz estudiaran idiomas y a los 18 años John hablaba alemán, francés e inglés, además de ruso y rumano. Inquieto siempre, se involucró en política desde muy joven y estuvo varias veces en la cárcel. Gustaba del deporte pero sobre todo de la lectura, frecuentando la biblioteca del Partido Social-Demócrata. Fue en esa organización donde entró en contacto con el Partido Comunista, entonces ilegal.
Su vida dio un giro cuando a los 17 años su tío paterno, contraba­jista en la Sinfónica de Chicago, inmigrante a los Estados Unidos, lo invitó a esa ciudad como una medida para apartarlo de las convul­siones políticas. Allí ingresó a la Universidad de Chicago y en 1936 obtuvo el Bachellor on Arts en Sociología, año en que también par­ticipó en di­versos movimientos sociales, lo cual le causó ser encarcelado. En ese año descubrió la antropología y decidió inscribir­se en el posgrado, ade­más de contraer matrimonio. En noviembre fue reclutado por las Juventudes Comunistas para participar en el Ejército Republicano Español, viajando con otros jóvenes de Estados Unidos, Cuba y Canadá, hacia el puerto de Havre en febrero de 1937. Tenía 20 años. En Albacete, capital administrativa de las Brigadas Internacionales, fungió como intérprete de los comisarios de habla inglesa del Estado Mayor Político, gracias a su manejo de idiomas; allí cumplió sus 21. Fue también cuando, “sané del comunismo. Porque yo vi a ‘los nuestros’ en el poder”.
Cansado de ese trabajo John marchó al frente en febrero de 1938, en una virtual deserción, decisión que le causó la encarcelación. Al poco pudo participar en la preparación de la ofensiva del frente del Ebro, como parte del Batallón 58, brigada 15, en donde fue herido por dos balas, una tan seria que le paralizó la pierna y truncó su carrera militar. En 1939 ingresó a Francia y permaneció varios meses en campos de detención. Las gestiones hechas desde Estados Unidos le permitieron regresar a Chicago, donde siguió cursos de antropología hasta 1941; luego de aprobar los cinco exámenes de rigor adquirió el de­recho a seguir al doctorado y a presentar la tesis e inició su carre­ra docente en la propia Universidad de Chicago, en dos campos nuevos en la antropología norteamericana que lo marcaron para siempre: África y etnohistoria. Murra se reconocía como alumno de Radcliffe Brown y de Eggan, a través de los cuales se compenetró en la literatu­ra antropológica británica.
Y la vocación por lo andino llegó casi por azar. “Un día apareció en la puerta del salón de clases un letrero donde decía ‘Se busca un alumno que hable español que quiera trabajar en los Andes’, fui el único en presentarme, el salario era mínimo”, recordaba John. Así fue que en 1941 consiguió emplearse como arqueólogo en el proyecto que Donald Collier desarrollaría en el Sur del Ecuador. Como resul­tado de esa experiencia Murra fue invitado más tarde por Julian Steward para escribir en el Handbook of South American Indians; de ella derivó también un informe sobre el valle del Cañar, que se convirtió en su tesis de maestría. A partir de esto Murra se habituó a unir las evidencias provenientes de la arqueología con las de las fuentes históricas.
En 1942-1943 trabajó con John Dollard y Ruth Benedict entrevistan­do a los veteranos de la Brigada Abraham Lincoln que participaron en la Guerra Civil española. En 1943 se presentó como voluntario para ir a la Segunda Guerra Mundial, pero fue rechazado por ser “gente de lealtad dudosa”. Y fue gracias a la guerra que, entre 1943 y 1944, ocupó una vacante en la Universidad de Chicago, reemplazando a su profesor Fred Eggan. De entonces recordaba años más tarde: “Cuando otros fueron a pelear, yo daba clases, explicaba el sistema matrilineal de los Ashanti.” Se casó entonces por segunda vez, con Elizabeth Tommy Sawyer y solicitó la naturalización, que le fue negada por ser “poco adicto a la Constitución”. Era el tiempo de la Guerra Fría, de la cacería de izquierdistas. En un proceso que duró de 1945 a 1950 Murra libró una nueva batalla por obtener la nacionalidad y el pasaporte; en 1950 se le otorgó la primera y en 1956 el segundo.
Cuando los profesores titulares regresaron de la guerra Murra volvió a saber del desempleo. Se le presentó la oportunidad de ir a la Universidad de Puerto Rico como docente y luego como director de campo del proyecto “The People of Puerto Rico”, dirigido por Julian H. Steward (1948-1949). Al regresar a Estados Unidos en 1949 fue contratado por el colegio femenino Vassar, donde permaneció diez años (1950-1961). Fue en los últimos cinco años de este periodo cuando regresó a los Andes, enseñó en la Universidad de San Marcos, empezó a concebir el proyecto arqueológico de Huánuco Pampa, a relacionarse con académicos de la región y hacer trabajo de archivo. Al decir de Murra este proyecto pudo desarrollarlo “gracias al Sputnik”, que produjo temor al gobierno norteamericano, y destinó abundantes recursos para la ciencia a través de la National Science Foundation.
Murra y Palerm se conocieron en México en 1952, y trabaron una amistad que sólo terminó con la muerte de Palerm en 1980. Murra lo describió así: “Palerm era un líder institucional, inventaba soluciones a problemas que parecían insolubles; se aventuraba a temas o instituciones que implicaban poder, frente a los cuales yo no tenía suficiente iniciativa.” Con Aguirre Beltrán lo unió una amistad menos estrecha pero cordial; lo conoció en Chicago durante la guerra (1942-1944), cuando Aguirre fue a estudiar africanística con Herskovits.
Murra entregó su tesis doctoral hasta su cumpleaños 39. Su orientación hacia la etnohistoria se debió a la imposibilidad de hacer trabajo de campo en los Andes; revisó entonces las crónicas históricas “con otros ojos”, cuyo producto fue el texto The Economic Organisation of the Inca State (1956). En éste se propuso estudiar la economía inca y parcialmente la organización social, “en el marco de la etnología y la antropología social”, planteando por primera vez su modelo de los archipiélagos verticales, una estructura de intercambio y acceso a recursos situados en diversas altitudes o pisos ecológicos. Esta tesis se publicó en español hasta 1978, con el título La organización económica del Estado Inca. A partir del planteamiento general sobre el Estado inca, Murra se interesó no ya en “los grandes conjuntos, aun estatales, sino partiendo de las unidades étnicas que existieron antes de la aparición del Tawantinsuyu y que mantuvieron su identidad después del colapso de éste”. La hipótesis del “control vertical de un máximo de pisos ecológicos” como un modo de producción original de los Andes (Pease), fue tomando forma a lo largo de los años sobre la base de una relectura de las fuentes históricas, así como de nuevos documentos de archivo que Murra y sus discípulos editaron, pero sobre todo a la luz de un enfoque en el que convergieron varias tácticas antropológicas. Hacia 1968, a la muerte de Alan Holmber, especialista en los Andes, Murra se incorporó al departamento de Antropología de la Universidad de Cornell en Ithaca, hasta su jubilación en 1982.
La obra escrita de este notable personaje es muy extensa y variada. Además de la ya citada, cabe mencionar los siguientes artícu­los: “Cloth and its Functions in the Inca State” (1962), “Current Research and Prospects in Andean Ethnohistory” (1970), así como la publicación de documentos tales como Visita de la Provincia de León de Huanuco en 1562, de Íñigo Ortiz de Zúñiga, visitador (1972), que contiene la formulación más acabada de su propuesta sobre el “control vertical” de un máximo de pisos ecológicos en la economía de las sociedades andinas, presen­tada originalmente en el seminario comparativo de México en ese mismo año. Corresponsable de la famosa edición crítica de la Nueva crónica de Guaman Poma de Ayala, junto con Rolena Adorno y Jorge Urioste (1980); en 1975 editó una selección de 12 de sus artículos: El mundo andino. Población, medio ambiente y economía. Fue codirector, con Teresa Rojas Rabiela (ciesas-DF), del tomo sobre las sociedades originarias de la Historia general de América Latina de la Unesco (1999).
En México, ya se dijo, la presencia de Murra estuvo casi siempre vinculada con el cis-inah-ciesas, con Palerm, así como con Guillermo Bonfil, Enrique Florescano y Arturo Warman. La primera ocasión que estuvo en nuestra institución fue en el citado seminario comparativo Andes-Mesoamérica, que se realizó en la Casa Chata en 1972. En los años siguientes John vino a México al Congreso Internacional de Americanistas (1973), a dictar un curso en el verano de 1977 en el cis-inah sobre los “Cambios en las sociedades y el Estado andino entre 1475 y 1532”, además de ofrecer conferencias en la uia. Volvió en 1979, asistiendo inclusive a alguna asamblea, donde nos dijo: “ustedes no saben lo que tienen. No hay otra institución igual en el mundo sólo dedicada a la investigación”. En 1990 participó como ponente magistral en el congreso “Semillas de industria. Transformaciones de la tecnología indígena en las Améri­cas”, organizado por Rojas Rabiela y Ruz Sosa (unam), con una conferencia deslumbrante: “Nos hacen mucha ventaja. Percepción europea temprana de los logros andinos”. La última vez que lo vimos fue en el homenaje a Carlos Sempat Assadourian (1996).
Incansable viajero, pasó mucho tiempo en los países latinoameri­canos; fue cofundador del Instituto de Estudios Peruanos, de la Asociación Peruana de Antropólogos y del Instituto Nacional de Antropología e Historia de Ecuador. Fue condecorado con la Gran Cruz de la Orden del Sol por el gobierno del Perú (1987); presidente de la American Society for Ethnohistory (1970-1971), y de la American Ethnological Society (1972-1973); miembro del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton (1974-1975), al lado de Arturo Warman y Sydney Mintz. Amigo de personajes del renombre de José María Arguedas; maestro admirado por muchas generaciones; pero sobre todo “predicador” incansable: “para mí hay una sola disciplina que es la antropología, con dife­rentes tácticas: hay tácticas manuscritas, hay tácticas etnográficas y hay tácticas de excavación, pero son tácticas de una sola tarea. Y esta ha sido mi prédica…”

¡Adiós querido Juan!

Teresa Rojas Rabiela
Juan Manuel Pérez Zevallos
Investigadores del ciesas-DF

Información obtenida de las siguientes fuentes: Victoria Castro, Carlos Aldu­na­te y Jorge Hidalgo (eds.), Nispa Ninchis/ Decimos diciendo. Conversaciones con John Murra, Perú, Instituto de Estudios Peruanos/Institute of Andean Re­search, 2000; Register to the Papers of John Victor Murra, página web, Alida Friedrich, M.A., M.L.S., National Anthropological Archives, 2005.

No hay comentarios.: