La Malinalli/Malitzin/Marina de Laura Esquivel
La mal llamada Malinche fue una mujer excepcional, protagonista ineludible y forjadora en su devenir de lo que hoy podríamos denominar la historia nacional; a quien, según afirma Marisol Martín del Campo, se le ha acusado equivocadamente de ser una traidora a “la patria” por haber sido “la lengua” de los españoles que conquistaron Mesoamérica, en un momento histórico en el que la noción de patria no existía (Doña Marina; Planeta De Agostini, 2003, p. 136). Mujer que, en su acepción exacta fue chingada, es decir, fue una mujer violada como lo fueron las hijas de Moctezuma y muchas otras de menor rango. Este personaje histórico ha llamado la atención de muchos historiadores y cautivado a los literatos y ensayistas, ya sea para envilecerla o glorificarla; se le ha apreciado como La Llorona, en el mito de la diosa Coatlicue, que con gritos y lamentos llora por las noches en búsca de sus hijos (idem, p. 137).
Ha sido designada con varios nombres: “Malinalli, Malinalli Tepenal, La Lengua, Marina la de Cortés, doña Marina, Malitzin”; asimismo ha sido mencionada en las obras de sus contemporáneos: “en el Lienzo de Tlaxcala, en los códices, en los relatos de los indígenas recopilados por fray Bernardino de Sahagún, en las respuestas de los señores del imperio de colhúa al ser interrogados por Cortés, en la obra de De Alva Ixtlilxóchitl, en la de Bernal Díaz del Castillo y, apenas, en las Cartas de Relación de Cortés, quien no pudo obviarla en sus escritos como hubiese querido” (idem, p. 138). Han sido publicados varios libros sobre esta mujer mítica y legendaria: Miguel Ángel Menéndez, Malitzin (La Prensa, México, 1964); Mariano G. Somonte, Doña Marina “La Malinche” (Edición de autor, México, 1969); Otilia Meza, Malinalli, Tenepan. La gran calumniada (Edamex, México, 1980); Ricardo Herrén, Doña Marina, La Malinche (Planeta, Barcelona, 1992); Marisol Martín del Campo, Amor y conquista (Planeta-Joaquín Mortiz, México 2001) y, de esta misma autora, el que hemos estado citando.
La corta vida de Malinalli transcurrió entre la década inicial del siglo xvi y los 10 primeros años de la Conquista (1519-1529), de ahí que existan notables dificultades para que se escriba una biografía con rigor histórico: se desconoce un sinnúmero de datos sobre su existencia previa al contacto con Cortés y los conquistadores, el cual ocurre en marzo de 1519. Debido a lo anterior Malinalli está envuelta en el misterio, en el mito y en la leyenda; mucho de lo que se ha escrito de ella son versiones, tanto de su personalidad como de su participación en la Conquista y sobre cuáles fueron las motivaciones sociales, religiosas y personales para incorporase, como lo hizo, a una empresa que significó la destrucción de los pueblos autóctonos.
A pesar de la carencia de fuentes, la escritora mexicana Laura Esquivel, quien es autora de la conocida novela Como agua para chocolate, de varios guiones cinematográficos y de otros relatos (La ley del deseo, El libro de la emociones, entre otros), se dio a la tarea de escribir una nueva versión titulada Malinche, que apareció en marzo de 2006. La Malinalli que ha creado Laura Esquivel es una mujer de gran profundidad espiritual, hija del maíz que tenía especial devoción por Quetzalcóatl y, por lo mismo, aversión por los sacrificios humanos oficiados por los mexicas, por lo que cree que los españoles representan el retorno del dios que tiene forma de serpiente emplumada; sin embargo, terminará por decepcionarse al ver la crueldad con la que actúan los conquistadores, su codicia por el oro y las mujeres indias, lo que la llevará a una encrucijada: cristianizada, madre del primer mestizo notable (Martín Cortés), pero a la vez elegida por sus dioses para una misión sagrada, predestinada para fundar la nueva raza: “Malinalli, al igual que Quetzalcóatl, al confrontar su lado oscuro fue consciente de su luz”, nos dice la escritora. Finalmente Tonantzin le habla en el cerro del Tepeyac para comunicarle que: “Cambiarán de forma nuestros ritos, será otro nuestro lenguaje, otras nuestra oraciones, distinta nuestra comunicación, pero los dioses antiguos, los inamovibles, los de cerca y del junto, los que no tienen principio ni fin, no cambiarán más que de forma”. Hay mucho de poesía romántica en esta novela, la historia sólo es un pretexto para “santificar” a Malinalli.
La novela histórica, género que se ha cultivado con vigor y de manera continua en nuestro país desde el siglo xix, que se robustece con la Revolución de 1910, adquiere título de ciudadanía en los años cincuenta y que se prolonga hasta nuestros días, está elaborada con datos históricos, pero también con la materia de la imaginación, lo que permite una formidable libertad a los que la cultivan, libertad creación e invención. Porque como lo señaló atinadamente la novelista francesa Marguerite Yourcenar: “No se ha puesto bastante de relieve que, aun cuando poseemos del pasado una masa enorme de documentos escritos y de documentos visuales, nada en cambio nos queda de las voces antes de los primeros y gangosos fonógrafos del siglo xix” (El tiempo, gran escultor, Alfaguara, 1989). Es así que en la novela histórica que comentamos lo que se escucha es el eco de la voz de Malinalli traducido y decantado por la voz lírica de Laura Esquivel, en un intento por obsequiarnos una Malinalli iluminada y eterna. La voz de Malinalli/Malitzin/Marina se ha perdido en la profundidad del tiempo y ahora es sólo silencio petrificado.
Laura Esquivel, Malinche, México, Santillana Ediciones, 2006. 196 pp.
La mal llamada Malinche fue una mujer excepcional, protagonista ineludible y forjadora en su devenir de lo que hoy podríamos denominar la historia nacional; a quien, según afirma Marisol Martín del Campo, se le ha acusado equivocadamente de ser una traidora a “la patria” por haber sido “la lengua” de los españoles que conquistaron Mesoamérica, en un momento histórico en el que la noción de patria no existía (Doña Marina; Planeta De Agostini, 2003, p. 136). Mujer que, en su acepción exacta fue chingada, es decir, fue una mujer violada como lo fueron las hijas de Moctezuma y muchas otras de menor rango. Este personaje histórico ha llamado la atención de muchos historiadores y cautivado a los literatos y ensayistas, ya sea para envilecerla o glorificarla; se le ha apreciado como La Llorona, en el mito de la diosa Coatlicue, que con gritos y lamentos llora por las noches en búsca de sus hijos (idem, p. 137).
Ha sido designada con varios nombres: “Malinalli, Malinalli Tepenal, La Lengua, Marina la de Cortés, doña Marina, Malitzin”; asimismo ha sido mencionada en las obras de sus contemporáneos: “en el Lienzo de Tlaxcala, en los códices, en los relatos de los indígenas recopilados por fray Bernardino de Sahagún, en las respuestas de los señores del imperio de colhúa al ser interrogados por Cortés, en la obra de De Alva Ixtlilxóchitl, en la de Bernal Díaz del Castillo y, apenas, en las Cartas de Relación de Cortés, quien no pudo obviarla en sus escritos como hubiese querido” (idem, p. 138). Han sido publicados varios libros sobre esta mujer mítica y legendaria: Miguel Ángel Menéndez, Malitzin (La Prensa, México, 1964); Mariano G. Somonte, Doña Marina “La Malinche” (Edición de autor, México, 1969); Otilia Meza, Malinalli, Tenepan. La gran calumniada (Edamex, México, 1980); Ricardo Herrén, Doña Marina, La Malinche (Planeta, Barcelona, 1992); Marisol Martín del Campo, Amor y conquista (Planeta-Joaquín Mortiz, México 2001) y, de esta misma autora, el que hemos estado citando.
La corta vida de Malinalli transcurrió entre la década inicial del siglo xvi y los 10 primeros años de la Conquista (1519-1529), de ahí que existan notables dificultades para que se escriba una biografía con rigor histórico: se desconoce un sinnúmero de datos sobre su existencia previa al contacto con Cortés y los conquistadores, el cual ocurre en marzo de 1519. Debido a lo anterior Malinalli está envuelta en el misterio, en el mito y en la leyenda; mucho de lo que se ha escrito de ella son versiones, tanto de su personalidad como de su participación en la Conquista y sobre cuáles fueron las motivaciones sociales, religiosas y personales para incorporase, como lo hizo, a una empresa que significó la destrucción de los pueblos autóctonos.
A pesar de la carencia de fuentes, la escritora mexicana Laura Esquivel, quien es autora de la conocida novela Como agua para chocolate, de varios guiones cinematográficos y de otros relatos (La ley del deseo, El libro de la emociones, entre otros), se dio a la tarea de escribir una nueva versión titulada Malinche, que apareció en marzo de 2006. La Malinalli que ha creado Laura Esquivel es una mujer de gran profundidad espiritual, hija del maíz que tenía especial devoción por Quetzalcóatl y, por lo mismo, aversión por los sacrificios humanos oficiados por los mexicas, por lo que cree que los españoles representan el retorno del dios que tiene forma de serpiente emplumada; sin embargo, terminará por decepcionarse al ver la crueldad con la que actúan los conquistadores, su codicia por el oro y las mujeres indias, lo que la llevará a una encrucijada: cristianizada, madre del primer mestizo notable (Martín Cortés), pero a la vez elegida por sus dioses para una misión sagrada, predestinada para fundar la nueva raza: “Malinalli, al igual que Quetzalcóatl, al confrontar su lado oscuro fue consciente de su luz”, nos dice la escritora. Finalmente Tonantzin le habla en el cerro del Tepeyac para comunicarle que: “Cambiarán de forma nuestros ritos, será otro nuestro lenguaje, otras nuestra oraciones, distinta nuestra comunicación, pero los dioses antiguos, los inamovibles, los de cerca y del junto, los que no tienen principio ni fin, no cambiarán más que de forma”. Hay mucho de poesía romántica en esta novela, la historia sólo es un pretexto para “santificar” a Malinalli.
La novela histórica, género que se ha cultivado con vigor y de manera continua en nuestro país desde el siglo xix, que se robustece con la Revolución de 1910, adquiere título de ciudadanía en los años cincuenta y que se prolonga hasta nuestros días, está elaborada con datos históricos, pero también con la materia de la imaginación, lo que permite una formidable libertad a los que la cultivan, libertad creación e invención. Porque como lo señaló atinadamente la novelista francesa Marguerite Yourcenar: “No se ha puesto bastante de relieve que, aun cuando poseemos del pasado una masa enorme de documentos escritos y de documentos visuales, nada en cambio nos queda de las voces antes de los primeros y gangosos fonógrafos del siglo xix” (El tiempo, gran escultor, Alfaguara, 1989). Es así que en la novela histórica que comentamos lo que se escucha es el eco de la voz de Malinalli traducido y decantado por la voz lírica de Laura Esquivel, en un intento por obsequiarnos una Malinalli iluminada y eterna. La voz de Malinalli/Malitzin/Marina se ha perdido en la profundidad del tiempo y ahora es sólo silencio petrificado.
Laura Esquivel, Malinche, México, Santillana Ediciones, 2006. 196 pp.
Hugo Azpeitia
Investigador del CIESAS-DF
hugo@ciesas.edu.mx
Investigador del CIESAS-DF
hugo@ciesas.edu.mx
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