Hace 200 Años

En la versión digital del Ichan Tecolotl se halla una reproducción del artículo del investigador independiente Modesto Suárez publicado en Reforma (9 de enero de 2008) con el título “Hace 200 años”. El autor subraya la importancia del año 1808 para la comprensión de los procesos sociales y políticos que conducirán a las independencias de la América española y portuguesa de la península Ibérica. Ahora para la colaboración número 6, correspondiente a marzo, vamos a recurrir a la Historia del Mundo Moderno, traducción al español publicada por Sopena en 1980 de The New Cambridge Modern History. Del tomo IX Guerra y paz en tiempos de revolución, 1793-1830, he seleccionado los primeros párrafos del capitulo xxiii dedicado a la “Emancipación de la América Latina”. Mientras que la casa real portuguesa logra burlar el acecho militar napoleónico, la realeza española queda atrapada en las maquinaciones de Francia. Los derroteros de las naciones de habla portuguesa y española en América tuvieron puntos de partida diversos hace doscientos años.

“A fínales de noviembre de 1807 un ejército francés al mando del general Junot atravesó las fronteras de Portugal. Y en las primeras horas de la ma­ñana del día 29 el príncipe regente, que sería más tar­de el rey Juan VI, su demente madre, la reina María i, su turbulenta esposa, Carlota Joaquina, hija del rey Car­los IV de España, el resto de la familia real y una gran cantidad de cortesanos zarpaban del Tajo para buscar refugio en el Brasil. La flota, escoltada por barcos de guerra ingleses y que transportaban una buena cantidad de tesoro, fue dispersada por la tormenta. Algunos de los navíos llegaron a Río de Janeiro el 15 de enero. Pero el príncipe regente pisó el suelo brasileño por primera vez en Bahía seis días después, y allí, el 28 de enero, hizo pública la famosa Carta Regia­ en la que se de­claraban los puertos del Brasil abiertos al comercio de todas las naciones amigas. Embarcado de nuevo, llegó a Río de Janeiro el 7 de marzo, en donde desembarcó al día siguiente en medio de escenas de enorme entu­siasmo.
Los efectos de esta hégira real, de la llegada de la corte y de la apertura de los puertos, fueron inmediatos y profundos. Un impulso de nueva y vigorosa vida se extendió por toda la colonia. “Entraron nuevas personas, nuevo capital y nuevas ideas” (1). Se fundó un banco, se introdujo una imprenta, se inauguró una biblioteca real y se estableció una gaceta. Se invitó a los extranje­ros a que entraran en el país y se fomentó la industria. Diplomáticos europeos, comerciantes ingleses, científicos alemanes y hasta una colonia de plantadores de té chi­nos llegaron a Río de Janeiro, convertida ahora en la base naval inglesa sudamericana así como en la sede metropolitana del gobierno. Y mientras que entre los bra­sileños nativos y los portugueses inmigrantes se ponía pronto de manifiesto una enconada rivalidad, fruto de una antigua antipatía, los brasileños adquirían a sus propios ojos y a los del mundo una nueva dignidad, oficialmente reconocida cuando, en diciem­bre de 1815, la colonia fue elevada al rango de reino, en condiciones de igualdad con el de Portugal.
La huida de la casa de Braganza, desde Lisboa a Río de Janeiro, comenzó el proceso que iba a culminar, ca­torce años después, en la secesión casi incruenta del Bra­sil de Portugal. Y del mismo modo que la invasión na­poleónica de Portugal condujo finalmente a la disolución pacífica del imperio portu­gués en América, así también la invasión napoleónica de España precipitó, excepto en las dos islas de Cuba y Puerto Rico, la violenta disolución del imperio español en América.
Portugal se había visto atrapada entre el poderío ma­rítimo de Inglaterra y el terrestre de Francia; y España había instigado a Francia. Por el tratado de Fontainebleau ¿checar la ortografía (27 de octubre de 1807), Carlos IV y Napoleón habían acordado repartirse entre ellos Portugal y los do­minios portugueses. Pero una vez invadida Portugal, le llegó a España la vez de caer bajo el trillo. Y mientras que la familia real portuguesa –y la flota–, habían logrado escapar a las garras de Napoleón, la familia real española se encontró cautiva de él. El 19 de marzo Carlos IV abdicó en favor de su hijo, Fernando VII. Y cuatro días más tarde un ejército francés al mando de Murat entraba en Madrid”.

Agradezco la iniciativa de Mariana Petroni, estudiante de la Maestría en Antropología Social del CIESAS-DF, quien como respuesta a esta sección reflexiva sobre el bicentenario de las independencias americanas, me trajo de Brasil el libro del periodista Laurentino Gomes, titulado 1808 - Como uma rainha louca, um príncipe medroso e uma corte corrupta enganaram­ Napoleão e mudaram a História de Portugal e do Brasil, que se encuentra actualmente en las listas de libros más vendidos en estas fechas.
Dr. Roberto Melville
CIESAS-DF
melville.ciesas@yahoo.com

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