Napoleón Dynamite (EE. UU., 2004)
Hace unos días mis alumnos del curso de semiótica visual de la Universidad del Claustro de Sor Juana analizaban un grupo de fotografías de jóvenes estadounidenses. Todas ellas compartían un formato similar salvo porque cada sujeto a cuadro variaba en facciones y gestos. Al llegar a la fotografía de un joven moreno, más bajo de estatura que el resto de los sujetos retratados, nariz chata y ojos inexpresivos, estalló la risa general ¿Por qué el joven de facciones latinas resultaba cómico? Recordé entonces la película que hoy les recomiendo, dirigida por Jared Hess. El filme a su vez se inspira en Peluca (2003), cortometraje del mismo autor.
Napoleón Dynamite es un preparatoriano retraído que, por aras del destino, decide apoyar la candidatura de Pedro Sánchez (su único amigo) a la elección por la presidencia de la escuela. Pedro es un migrante mexicano, tímido y poco popular.
La dupla entre Napoleón y Pedro resultó tan exitosa entre la audiencia que Hess la repitió en Nacho Libre (2006), su segundo largometraje. El carácter excéntrico de los personajes, quienes desapercibidos de su condición de parias logran la revancha social de forma casi involuntaria, mueve a la risa: En una escena de Napoleón, éste le sugiere a Pedro que compita por la presidencia porque tiene una bonita bicicleta y es el único de toda la escuela que tiene bigote.
El humor de Napoleón Dynamite se construye desde la ironía en tanto las características que explican el éxito de los protagonistas se perciben como una desventaja en el “mundo real”. Al comprender el chiste, el espectador reconoce la existencia de una convención, que al fracturarse simbólicamente provoca (aunque no en todos los casos) simpatía.
La Antropología del humor tiene mucho que enseñarnos acerca de lo que en diferentes culturas se considera gracioso, por lo tanto, socialmente relevante. La risa evidencia nuestros tabúes, temas obsesivos y temores más profundos. Al reírse del retrato, mis alumnos hacen evidente su acuerdo con respecto a cierta creencia: “el joven mexicano se presenta como parte del mismo conjunto de imágenes de personas estadounidenses, pero en el fondo sabemos que no forma parte del grupo, no comparte la misma condición.”
Debo confesarles que me he reído hasta las lágrimas con Napoleón Dynamite (mi propia confesión evidencia el reconocimiento de otra regla tácita, la de la corrección política), será que experimento el triunfo de los protagonistas como propio. La idea de que nuestras limitaciones se transformen en fortalezas aún sin proponérnoslo, suena muy tentadora.
Les invito a conocer la película, no dejen de hacerme saber qué les pareció. La encontrarán en los puntos de venta y renta de costumbre. Por cierto, el soundtrack es estupendo. Sitio oficial:
http://www.foxsearchlight.com/napoleondynamite/
Hace unos días mis alumnos del curso de semiótica visual de la Universidad del Claustro de Sor Juana analizaban un grupo de fotografías de jóvenes estadounidenses. Todas ellas compartían un formato similar salvo porque cada sujeto a cuadro variaba en facciones y gestos. Al llegar a la fotografía de un joven moreno, más bajo de estatura que el resto de los sujetos retratados, nariz chata y ojos inexpresivos, estalló la risa general ¿Por qué el joven de facciones latinas resultaba cómico? Recordé entonces la película que hoy les recomiendo, dirigida por Jared Hess. El filme a su vez se inspira en Peluca (2003), cortometraje del mismo autor.
Napoleón Dynamite es un preparatoriano retraído que, por aras del destino, decide apoyar la candidatura de Pedro Sánchez (su único amigo) a la elección por la presidencia de la escuela. Pedro es un migrante mexicano, tímido y poco popular.
La dupla entre Napoleón y Pedro resultó tan exitosa entre la audiencia que Hess la repitió en Nacho Libre (2006), su segundo largometraje. El carácter excéntrico de los personajes, quienes desapercibidos de su condición de parias logran la revancha social de forma casi involuntaria, mueve a la risa: En una escena de Napoleón, éste le sugiere a Pedro que compita por la presidencia porque tiene una bonita bicicleta y es el único de toda la escuela que tiene bigote.
El humor de Napoleón Dynamite se construye desde la ironía en tanto las características que explican el éxito de los protagonistas se perciben como una desventaja en el “mundo real”. Al comprender el chiste, el espectador reconoce la existencia de una convención, que al fracturarse simbólicamente provoca (aunque no en todos los casos) simpatía.
La Antropología del humor tiene mucho que enseñarnos acerca de lo que en diferentes culturas se considera gracioso, por lo tanto, socialmente relevante. La risa evidencia nuestros tabúes, temas obsesivos y temores más profundos. Al reírse del retrato, mis alumnos hacen evidente su acuerdo con respecto a cierta creencia: “el joven mexicano se presenta como parte del mismo conjunto de imágenes de personas estadounidenses, pero en el fondo sabemos que no forma parte del grupo, no comparte la misma condición.”
Debo confesarles que me he reído hasta las lágrimas con Napoleón Dynamite (mi propia confesión evidencia el reconocimiento de otra regla tácita, la de la corrección política), será que experimento el triunfo de los protagonistas como propio. La idea de que nuestras limitaciones se transformen en fortalezas aún sin proponérnoslo, suena muy tentadora.
Les invito a conocer la película, no dejen de hacerme saber qué les pareció. La encontrarán en los puntos de venta y renta de costumbre. Por cierto, el soundtrack es estupendo. Sitio oficial:
http://www.foxsearchlight.com/napoleondynamite/
Karla Paniagua
Egresada de la Maestría en Antropología Social (CIESAS-DF)
Profesora de la Universidad del Claustro de Sor Juana
kpaniagua@hotmail.com
Egresada de la Maestría en Antropología Social (CIESAS-DF)
Profesora de la Universidad del Claustro de Sor Juana
kpaniagua@hotmail.com
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