América Indígena
Vol. L (1991) pp. 145-152.
En el CIESAS diversos grupos de investigadores están interesados en la escritura de las lenguas indígenas. Algunos, como los investigadores del proyecto Amoxcalli, trabajan en la interpretación de los códices, cómo leerlos, qué se quiso decir con ellos. Otros, los lingüistas y los sociolingüistas, se han comprometido con la enseñanza y estudio de las lenguas indígenas contemporáneas con estudiantes reclutados entre hablantes pertenecientes a las comunidades lingüísticas indoamericanas. En muchas de ellas, aún persisten entre los especialistas y sus hablantes letrados las discusiones sobre la forma apropiada de escribir, de representar gráficamente los fonemas, esto es aquellas consonantes y vocales propias de cada lengua, de suerte que todos los hablantes puedan eventualmente escribir y leer sus palabras y sus pensamientos. Y mencionaré también en tercer lugar la experiencia pretérita en una de las unidades del CIESAS. A inicios de la década de 1990, en el CIESAS-Istmo (hoy Pacífico Sur), Salomón Nahmad y los investigadores adscritos a aquella unidad pusieron en marcha una forma peculiar de trabajo colaborativo entre investigadores residentes en la ciudad de Oaxaca y las comunidades lingüísticas y étnicas de la entidad. Pese a que las computadoras apenas comenzaban a sustituir a las máquinas de escribir en los escritorios de los investigadores, en Oaxaca ya se habían puesto al servicio los retos de la escritura de las lenguas indígenas de la región. Esta interesante propuesta de trabajo es parte de la historia del CIESAS-Istmo y quedó registrada en los número 2 y 3 del volumen L de América Indígena al que aquí me remito, para destacar la reseña que hizo Enrique Florescano (EF) del libro de Linda Schele y David Freidel titulado A Forest of Kings,The Untold Store of the Ancient Mayas (Nueva York, 1990) que posteriormente fue traducido al español y publicado por el Fondo de Cultura Económica como La selva de reyes, La asombrosa historia de los antiguos mayas (FCE, 1999). Deberíamos hacer un balance de aquella iniciativa, pues por razones políticas o de otra índole poco difundidas, el ciesas decidió separarse de aquel esquema de trabajo sin emitir y difundir un balance acabado de lo que ahí se había logrado. Hoy, las nuevas iniciativas para diseñar esquemas de investigación colaborativa podrían tomar las lecciones resultantes de aquella experiencia pionera. Me parece, pues, que tales pivotes académicos e institucionales bastan para generar un interés amplio hacia el contenido de la reseña mencionada acerca de uno de los grandes acontecimientos científicos en el campo de la historia de las civilizaciones mesoamericanas: el desciframiento de la escritura maya
Otras consideraciones atrajeron mi atención hacia la reseña preparada por Florescano en 1991 para dar a conocer los avances que el grupo de investigadores, principalmente norteamericanos en el programa de desciframiento del antiguo sistema de escritura maya. Inicio ahora en septiembre un seminario con los estudiantes de la Maestría en Antropología Social, generación 2007-2009 y he advertido que el trabajo final será una reseña de los títulos propuestos para publicarse en la colección Clásicos y Contemporáneos en Antropología. Es recomendable tener disponubles ejemplos de buenas reseñas de libros académicos. Las recomendaciones de George Sarton, acerca de cómo elaborar reseñas de libros académicos, publicadas originalmente en la revista Science en 1960, y la traducción al español (Umbral XXI, UIA, 1990) estarán a la mano. No obstante, las buenas reseñas son instrumentos indispensables para la enseñanza-aprendizaje.
Uno de los méritos principales que encuentro en la reseña del libro A Forest of Kings es la reconstrucción de la historia del problema. Este libro, dice ef, “culmina el largo proceso de desciframiento de la escritura maya”. Éste “ha involucrado a varias generaciones de estudiosos, pero su última fase, la que recorre los últimos 30 años [de 1960 a 1990] es la más deslumbrante y significativa. Con la idea de que los glifos mayas aludían a asuntos astronómicos y calendáricos, unos estudiosos aventuraron la propuesta de que contaban la historia de reyes y ciudades, y los más perseverantes y creativos convirtieron esta hipótesis en una demostración contundente”. A Yuri Knorosov (1952), corresponde el mérito de haber señalado que la escritura maya era una combinación de signos de palabras y signos de sílabas. Tatiana Proskouriakoff (1960) demostró que las inscripciones grabadas en las ciudades mayas se referían a hazañas de los gobernantes de dichas ciudades. David H. Kelley publicó la primera historia de la dinastía de Quiriguá, y Heinrich Berlín identificó los glifos correspondientes a los personajes de Palenque.
Linda Schele contribuyó a este proceso de descubrimientos sucesivos al sugerir que el orden de los glifos reflejaba el orden sintáctico del lenguaje hablado. Estos trabajos permitieron afirmar que “los textos jeroglíficos son más que una escritura, una literatura, la más elaborada que se elaboró en el mundo precolombino: un discurso sagrado que tenía la capacidad de capturar el orden del cosmos, recoger las historias de los hombres, darle forma al ritual, y transformar la vida material de todos los días en algo sobrenatural”.
A semejanza de mi invitación a reflexionar sobre la organización de la investigación en el CIESAS-Istmo, luego de citar la crítica de Octavio Paz expresada en Vuelta en 1986 de que “la distancia entre los estudiosos mexicanos de Mesoamérica y los estadounidenses se ha ensanchado de manera espectacular”, EF concluye su reseña convocando a los arqueólogos mexicanos a considerar el libro de Linda Schele y David Freídle como “la base para iniciar una discusión necesaria sobre dos modos de organización del trabajo científico antagónicos en sus propuestas y en sus resultados”.
El texto completo de la reseña de EF está disponible en la versión electrónica del Tecolotl.
Vol. L (1991) pp. 145-152.
En el CIESAS diversos grupos de investigadores están interesados en la escritura de las lenguas indígenas. Algunos, como los investigadores del proyecto Amoxcalli, trabajan en la interpretación de los códices, cómo leerlos, qué se quiso decir con ellos. Otros, los lingüistas y los sociolingüistas, se han comprometido con la enseñanza y estudio de las lenguas indígenas contemporáneas con estudiantes reclutados entre hablantes pertenecientes a las comunidades lingüísticas indoamericanas. En muchas de ellas, aún persisten entre los especialistas y sus hablantes letrados las discusiones sobre la forma apropiada de escribir, de representar gráficamente los fonemas, esto es aquellas consonantes y vocales propias de cada lengua, de suerte que todos los hablantes puedan eventualmente escribir y leer sus palabras y sus pensamientos. Y mencionaré también en tercer lugar la experiencia pretérita en una de las unidades del CIESAS. A inicios de la década de 1990, en el CIESAS-Istmo (hoy Pacífico Sur), Salomón Nahmad y los investigadores adscritos a aquella unidad pusieron en marcha una forma peculiar de trabajo colaborativo entre investigadores residentes en la ciudad de Oaxaca y las comunidades lingüísticas y étnicas de la entidad. Pese a que las computadoras apenas comenzaban a sustituir a las máquinas de escribir en los escritorios de los investigadores, en Oaxaca ya se habían puesto al servicio los retos de la escritura de las lenguas indígenas de la región. Esta interesante propuesta de trabajo es parte de la historia del CIESAS-Istmo y quedó registrada en los número 2 y 3 del volumen L de América Indígena al que aquí me remito, para destacar la reseña que hizo Enrique Florescano (EF) del libro de Linda Schele y David Freidel titulado A Forest of Kings,The Untold Store of the Ancient Mayas (Nueva York, 1990) que posteriormente fue traducido al español y publicado por el Fondo de Cultura Económica como La selva de reyes, La asombrosa historia de los antiguos mayas (FCE, 1999). Deberíamos hacer un balance de aquella iniciativa, pues por razones políticas o de otra índole poco difundidas, el ciesas decidió separarse de aquel esquema de trabajo sin emitir y difundir un balance acabado de lo que ahí se había logrado. Hoy, las nuevas iniciativas para diseñar esquemas de investigación colaborativa podrían tomar las lecciones resultantes de aquella experiencia pionera. Me parece, pues, que tales pivotes académicos e institucionales bastan para generar un interés amplio hacia el contenido de la reseña mencionada acerca de uno de los grandes acontecimientos científicos en el campo de la historia de las civilizaciones mesoamericanas: el desciframiento de la escritura maya
Otras consideraciones atrajeron mi atención hacia la reseña preparada por Florescano en 1991 para dar a conocer los avances que el grupo de investigadores, principalmente norteamericanos en el programa de desciframiento del antiguo sistema de escritura maya. Inicio ahora en septiembre un seminario con los estudiantes de la Maestría en Antropología Social, generación 2007-2009 y he advertido que el trabajo final será una reseña de los títulos propuestos para publicarse en la colección Clásicos y Contemporáneos en Antropología. Es recomendable tener disponubles ejemplos de buenas reseñas de libros académicos. Las recomendaciones de George Sarton, acerca de cómo elaborar reseñas de libros académicos, publicadas originalmente en la revista Science en 1960, y la traducción al español (Umbral XXI, UIA, 1990) estarán a la mano. No obstante, las buenas reseñas son instrumentos indispensables para la enseñanza-aprendizaje.
Uno de los méritos principales que encuentro en la reseña del libro A Forest of Kings es la reconstrucción de la historia del problema. Este libro, dice ef, “culmina el largo proceso de desciframiento de la escritura maya”. Éste “ha involucrado a varias generaciones de estudiosos, pero su última fase, la que recorre los últimos 30 años [de 1960 a 1990] es la más deslumbrante y significativa. Con la idea de que los glifos mayas aludían a asuntos astronómicos y calendáricos, unos estudiosos aventuraron la propuesta de que contaban la historia de reyes y ciudades, y los más perseverantes y creativos convirtieron esta hipótesis en una demostración contundente”. A Yuri Knorosov (1952), corresponde el mérito de haber señalado que la escritura maya era una combinación de signos de palabras y signos de sílabas. Tatiana Proskouriakoff (1960) demostró que las inscripciones grabadas en las ciudades mayas se referían a hazañas de los gobernantes de dichas ciudades. David H. Kelley publicó la primera historia de la dinastía de Quiriguá, y Heinrich Berlín identificó los glifos correspondientes a los personajes de Palenque.
Linda Schele contribuyó a este proceso de descubrimientos sucesivos al sugerir que el orden de los glifos reflejaba el orden sintáctico del lenguaje hablado. Estos trabajos permitieron afirmar que “los textos jeroglíficos son más que una escritura, una literatura, la más elaborada que se elaboró en el mundo precolombino: un discurso sagrado que tenía la capacidad de capturar el orden del cosmos, recoger las historias de los hombres, darle forma al ritual, y transformar la vida material de todos los días en algo sobrenatural”.
A semejanza de mi invitación a reflexionar sobre la organización de la investigación en el CIESAS-Istmo, luego de citar la crítica de Octavio Paz expresada en Vuelta en 1986 de que “la distancia entre los estudiosos mexicanos de Mesoamérica y los estadounidenses se ha ensanchado de manera espectacular”, EF concluye su reseña convocando a los arqueólogos mexicanos a considerar el libro de Linda Schele y David Freídle como “la base para iniciar una discusión necesaria sobre dos modos de organización del trabajo científico antagónicos en sus propuestas y en sus resultados”.
El texto completo de la reseña de EF está disponible en la versión electrónica del Tecolotl.
Roberto Melville
Investigador del CIESAS-DF
Investigador del CIESAS-DF
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