Miscelánea
Lamento confesarles que en las últimas semanas no he ido al cine, pues en las vacaciones de verano las salas se llenan de niños que no cesan de preguntar de qué se trata la película y por qué ese señor tiene las tripas de fuera. Aprovechando esta pausa, les invito a meditar sobre el comportamiento del público en el cine. ¿Cuándo fue la última vez que la mitad de la sala se vació antes de que acabara la película? ¿Qué obra estaban proyectando? ¿Por qué se fue la gente? ¿Qué valores o creencias colectivas se vieron vulnerados? En los casos que a continuación presento, la mitad de la sala emprendió la retirada antes del final:
Crash (Canadá, Reino Unido, 1996). Esta película de David Cronenberg fue titulada Extraños placeres en el mercado latino. Para quien no la recuerde, la historia explora la movediza frontera entre el cuerpo y la máquina desde la perspectiva del erotismo. ¿Quién puede olvidar a Vaughan, el artista que recrea los accidentes automovilísticos de las celebridades o a Gabrielle, una mujer biónica?
Crónica de un desayuno (México, 1999). Esta vez fui yo quien abandonó la sala huyendo de este bodrio de Benjamín Cann que se regodea en la decadencia. La cámara en mano y el grano reventado de la imagen lograron marearme hasta las náuseas y las diferentes historias me resultaban tan inverosímiles que no pude empatizar con los personajes. Ocasionalmente me pregunto si el transexual interpretado por Eduardo Palomo logró encontrar su pene en el basurero.
Fargo (EUA, 1996). Quien disfrute del cine de los hermanos Cohen tampoco entenderá por qué tanta gente abandonó la sala. Quizás algunos de los espectadores se despistaron con el título que le pusieron en español: Secuestro involuntario, tal vez esperaban una película de Steven Seagal o Jackie Chan; puede ser que se hayan desilusionado porque los personajes son patéticos hasta rayar en la belleza o porque la protagonista es una policía embarazadísima (Frances MacDormand). ¿Usted qué opina?
Irreversible (Francia, 2002). En este caso encontré comprensible el éxodo de casi toda la sala. Este filme de Gaspar Noé es terrible, verosímil, salvaje…dan ganas de salirse, pero vale la pena soportar la paliza. Para quienes no la conozcan, la película narra (en reversa) la violación de una bella mujer (Monica Belucci) y la terrible venganza que su pareja (Vincent Cassel) emprende contra el supuesto culpable.
Cuando nos refugiamos en la obscuridad de la sala, conformamos una tribu virtual de espectadores que devoran palomitas y susurran en el confort del anonimato; todos los matices del comportamiento cinematográfico dan cuenta del entramado cultural del cual forma parte cada audiencia, entramado de interés para la antropología. La próxima vez que vaya al cine y note que la mitad de la sala se vacía antes de tiempo, no deje de hacérnoslo saber.
Lamento confesarles que en las últimas semanas no he ido al cine, pues en las vacaciones de verano las salas se llenan de niños que no cesan de preguntar de qué se trata la película y por qué ese señor tiene las tripas de fuera. Aprovechando esta pausa, les invito a meditar sobre el comportamiento del público en el cine. ¿Cuándo fue la última vez que la mitad de la sala se vació antes de que acabara la película? ¿Qué obra estaban proyectando? ¿Por qué se fue la gente? ¿Qué valores o creencias colectivas se vieron vulnerados? En los casos que a continuación presento, la mitad de la sala emprendió la retirada antes del final:
Crash (Canadá, Reino Unido, 1996). Esta película de David Cronenberg fue titulada Extraños placeres en el mercado latino. Para quien no la recuerde, la historia explora la movediza frontera entre el cuerpo y la máquina desde la perspectiva del erotismo. ¿Quién puede olvidar a Vaughan, el artista que recrea los accidentes automovilísticos de las celebridades o a Gabrielle, una mujer biónica?
Crónica de un desayuno (México, 1999). Esta vez fui yo quien abandonó la sala huyendo de este bodrio de Benjamín Cann que se regodea en la decadencia. La cámara en mano y el grano reventado de la imagen lograron marearme hasta las náuseas y las diferentes historias me resultaban tan inverosímiles que no pude empatizar con los personajes. Ocasionalmente me pregunto si el transexual interpretado por Eduardo Palomo logró encontrar su pene en el basurero.
Fargo (EUA, 1996). Quien disfrute del cine de los hermanos Cohen tampoco entenderá por qué tanta gente abandonó la sala. Quizás algunos de los espectadores se despistaron con el título que le pusieron en español: Secuestro involuntario, tal vez esperaban una película de Steven Seagal o Jackie Chan; puede ser que se hayan desilusionado porque los personajes son patéticos hasta rayar en la belleza o porque la protagonista es una policía embarazadísima (Frances MacDormand). ¿Usted qué opina?
Irreversible (Francia, 2002). En este caso encontré comprensible el éxodo de casi toda la sala. Este filme de Gaspar Noé es terrible, verosímil, salvaje…dan ganas de salirse, pero vale la pena soportar la paliza. Para quienes no la conozcan, la película narra (en reversa) la violación de una bella mujer (Monica Belucci) y la terrible venganza que su pareja (Vincent Cassel) emprende contra el supuesto culpable.
Cuando nos refugiamos en la obscuridad de la sala, conformamos una tribu virtual de espectadores que devoran palomitas y susurran en el confort del anonimato; todos los matices del comportamiento cinematográfico dan cuenta del entramado cultural del cual forma parte cada audiencia, entramado de interés para la antropología. La próxima vez que vaya al cine y note que la mitad de la sala se vacía antes de tiempo, no deje de hacérnoslo saber.
Karla Paniagua Ramírez
Egresada de la Maestría en Antropología Social (CIESAS-DF)
Profesora de la Universidad del Claustro de Sor Juana
kpaniagua@hotmail.com
Egresada de la Maestría en Antropología Social (CIESAS-DF)
Profesora de la Universidad del Claustro de Sor Juana
kpaniagua@hotmail.com
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