Docencia

La Voz del Estudiante

Una conversación entre Melville Herskovits y Karl Polanyi.
Obra en tres chelas

[La escena: Una cantina en el cielo—casi vacía, con la excepción de unos cuantos filósofos medio borrachos sentados al lado en una mesa, discutiendo el sentido de la vida después de la muerte. Un barman está detrás de la barra, limpiándola tranquilamente con un trapito. La campanita de la puerta suena, y de repente el barman levanta la mirada hacia ella, para ver entrar dos tipos—son Melville Herskovits y Karl Polanyi—que se sientan en la barra.]


Barman: ¿Algo de tomar?
Herskovits: Ahh... una chela, porfa. De lo que sea.
Polanyi: Que sean dos.
Barman: Bueno. [Va por las chelas].
Polanyi: [estirando las piernas] A propósito compadrito, ¿qué es lo que me ibas a decir hace rato sobre Adam Smith?
Herskovits: Ah, sí es cieeerto. [El barman regresa con dos botellas frías y las abre]. Gracias. ...Bueno compadre, no sé. Creo que te iba a decir que francamente, me inquieta tantito. [Toma un sorbo]. Digo, yo sé que él y sus seguidores tienen razón en muchas cosas: La tensión entre oferta y demanda que se encuentra para cualquier bien en cualquier sociedad. La escasez universal de bienes “a la vista de las necesidades de un determinado pueblo” (1954, p. 25). La consiguiente expansión sin límites de necesidades. La división social del trabajo. La necesidad del mecanismo de opción en cualquier decisión económica, bla bla bla... —Te digo que entiendo todo eso muy bien, y estoy completamente de acuerdo con toda esa banda que la racionalidad es universal. A final de cuentas, “el principio de llevar al máximo las satisfacciones mediante el ejercicio consciente de la opción entre medios escasos es un principio válido, porque comprobamos su existencia en todas las sociedades” (p. 31).
Polanyi: [Entretenido] Ah-jah... ¿Qué es lo que te inquieta, entonces?
Herskovits: Bueno, lo que me inquieta es justamente esta idea de que el “Hombre económico” sea el modelo universal de la racionalidad humana. Yo he vivido entre muchas diferentes culturas no pecuniarias y no mecanizadas en mi época,—tú sabes eso,—y desde toda mi experiencia quedo absolutamente convencido de que la vasta mayoría de esas culturas no operan a base del modelo europeo-norteamericano de la racionalidad económica. Al contrario: que hay múltiples modelos de la racionalidad en cuanto a la opción económica, no solo uno. Te digo, los teóricos económicos clásicos se equivocaron bastante allí. [Echa un trago para énfasis].
Polanyi: ¿En qué sentido?
Herskovits: En el sentido de que Smith y sus seguidores sólo consideran racional aquella conducta “que representa sólo las reacciones típicas que pueden esperarse de quienes regulan sus vidas a tono con los sistemas económicos de Europa y América, donde ‘lo racional’ [implica] diferir la satisfacción de las necesidades, y acumular los recursos para producir más bienes y multiplicar los servicios” (p. 31). Ellos no toman en cuenta que “las pautas de pensamiento, que se establecen de acuerdo con los sistemas de valores del grupo al que el individuo pertenece,” “forman la base de toda clase de juicios” (p. 29, ibid.). “Existen muchas culturas, por no decir que son la mayoría, en que esa actitud de diferir la satisfacción de las necesidades se considera desventajosa, donde es el buen juicio el que indica los recursos que deben gastarse y donde no existe la tradición de incrementar la producción y multiplicar los servicios” (p. 31). Es el etnocentrismo puro y simple.
Polanyi: Estoy totalmente de acuerdo. Y no solamente en el sentido sincrónico; diacrónicamente también. Adam Smith y sus prejuicios “que [suponían la] predilección del hombre primitivo por las ocupaciones lucrativas” por cierto “indu[cieron] en sus seguidores una actitud extraña hacia la historia del hombre” (2003, p. 92).
Herskovits: Eso precisamente. Creo que estarías de acuerdo conmigo en que lo faltante para él es un tanto de relativismo cultural—un punto de vista cultural cruzado, quizás.
Polanyi: ¿A qué te refieres con eso?
Herskovits: Bueno, a la necesidad para la ciencia económica de tomar en cuenta factores culturales en el análisis del juicio racional individual.
Polanyi: [Levantando una ceja] Me parece bien lo de tomar en cuenta factores culturales, pero hay una cosa. Aguántame un momento y dime si te entendí bien: ¿Criticas la idea del “Hombre económico” por etnocéntrica, y al mismo tiempo aceptas al individuo racional economizante tipo occidental como tu unidad básica de análisis?
Herskovits: Bueno... no lo había pensado en esos términos, pero supongo que se lo podría ver así...
Polanyi: [Suspira] Compadre, espero que no te moleste que lo diga, pero eso también es etnocéntrico. —Mira. Si tomas en cuenta los 10,000 años de humanidad antes de Adam Smith—además una gran parte de las sociedades humanas después de él—te vas a dar cuenta de “la inmutabilidad del hombre como un ser social. ...El hombre no actúa para salvaguardar sus intereses individuales en la posesión de bienes materiales, sino para salvaguardar su posición social, sus derechos sociales, sus activos sociales. El hombre valúa los bienes materiales sólo en la medida en que sirvan a este fin” (p. 94). Es un hecho.
Herskovits: Perdóname compadre... el modelo del Buen Salvaje siempre suena muy bien, pero lo veo muy romántico y poco realista. Creo que más bien existe un tipo de equilibrio; una “interdependencia que se manifiesta en el proceso económico entre los factores individuales y los sociales.” ...Pero tienes que reconocer que, lógicamente, “toda opción, por mucho que pueda verse influida por consideraciones de estado social, de reivindicaciones y ventajas sociales, es siempre, en último resultado, la opción de un individuo” (p. 17).
Polanyi: No estoy hablando del Buen Salvaje, compadre; pero tampoco pensemos en un salvaje rousseauiano. “Jamás ha existido el salvaje individualista, recolector de frutos y de caza para sí mismo y su familia” (p. 101). La explicación “es simple en términos de la supervivencia. Veamos el caso de una sociedad tribal. El interés económico del individuo es raras veces predominante, porque la comunidad protege a todos sus miembros contra la inanición. ...Por otra parte, el mantenimiento de los lazos sociales es fundamental. [Tanto las consecuencias negativas de violar el código de honor, como las positivas de cumplir con la reciprocidad, ejercen] sobre el individuo una presión continua para eliminar de su conciencia el interés económico propio, hasta el punto de incapacitarlo” (p. 94). Los tres principios que siempre han guiado el comportamiento económico humano en todas las sociedades—con la única excepción de la sociedad-economía del mercado, que es una invención muy reciente,—han sido la reciprocidad, la redistribución, y el enfoque de abastecer al grupo como entidad. Jamás al individuo.
Herskovits: [Rascando la cabeza] Bueno, tal vez tengas razón; ...Cierto que eso podría explicar por qué siempre resulta tan difícil intentar de aplicar el marco conceptual económico clásico a sociedades no pecuniarias y no mecanizadas...
Polanyi: Podría ser. —¿Quieres otra? Te invito.
Herskovits: ¡Cámara!

[Polanyi le hace la señal al barman; éste se voltea y les presenta con la segunda ronda]

Herskovits: En cualquier caso, no hay que tirar todo el marco conceptual de la economía clásica sólo por querer moderar el papel del individuo. A final de cuentas la situación es más compleja que una simple cuestión de “individuo/sociedad”. El mecanismo de opción se debe a muchos factores como, por ejemplo, la disponibilidad de diversos bienes, las pautas culturales que ya platicamos, la naturaleza de los bienes disponibles, y las necesidades que se hayan de satisfacer. –Especialmente las necesidades.
Polanyi: ¿Por qué dices “especialmente” las necesidades?
Herskovits: Porque ¡eso es lo que mueve todo! Es lo que crea tensión con la escasez para hacer funcionar todo el sistema de oferta y demanda, y lo que obliga la opción. Además es lo que impulsa la evolución económica.
Polanyi: Ah... ¿evolución económica?
Herskovits: Pues sí. El desarrollo unilineal de expansión infinita de consumo y producción, por supuesto. Así funcionan todas las economías humanas. “Es una verdad obvia la de que las necesidades son susceptibles de un grado de expansión cuyo límite no ha sido alcanzado todavía en ninguna sociedad conocida. ...Manifiestan claramente una cierta cualidad dinámica que[...] debe atribuirse[...] a la naturaleza acumulativa de la misma cultura humana. ...Nada se acepta con más dificultad que rebajar el nivel de vida” (pp. 13-4).
Polanyi: [Preocupado] Compadrito—te escucho, pero una cosa. Me temo que estés cayendo en una ilusión muy peligrosa. Toda esta expansión de necesidades, esta acumulación eterna, esta quimera de “nivel de vida”, no son características de la naturaleza humana. Son características de una “sociedad humana que se [ha] convertido en un accesorio del sistema económico” de mercado (p. 126) Eso no es “natural” para nada. “Antes de nuestra época los mercados no fueron jamás otra cosa que accesorios de la vida económica”, que era siempre una parte integral dentro de la sociedad, no al revés (p. 118). Los mercados quedaban inevitablemente vinculados con los valores políticos, morales y religiosos de las sociedades que los contenían. Además, debido a los graves peligros inherentes del mercado, “esta institución se vio rodeada desde el principio por varias salvaguardias destinadas a proteger la organización económica prevaleciente en la sociedad contra la interferencia de las prácticas del mercado” (p. 111). La naturaleza del mecanismo del mercado por sí es limitada y nada expansiva; así que la integración reciente de los mercados en un mega sistema autorregulado no correspondía a ninguna naturaleza propia de los mercados hacia la expansión, “sino al efecto de estimulantes muy artificiales” (p. 106).
Herskovits: ¿Cómo puedes decir que la economía de mercado nunca existía antes de la época moderna? Los principios del mercado—la maximización de ganancias, la oferta de bienes, la producción de necesidades, la presencia de poder adquisitivo, y la competencia entre alternativas—resultan ser los únicos principios económicos universales; es un hecho obvio. Esos también son los principios de mercado que cada sociedad, menos las mas sencillas [y consiguientemente hambrientas] exhiben. Y en cualquier sistema de mercado pecuniario, los precios asegurarán una producción y distribución natural y ordenada de los bienes. Por eso la regulación solo interfiere en el proceso. No lo puedes negar.
Polanyi: Admiro tu convicción, pero no me queda otra sino negarlo, pues es una falsedad. Como decía, las sociedades siempre ponían en juego salvaguardias—fueran tabúes, rituales o impuestos—que restringían el alcance de los mercados. Eso porque “si se permitiera que el mecanismo del mercado fuese el único director del destino de los seres humanos y de su entorno natural, [sin regulación]... se demolería la sociedad” (p. 123). De hecho, en la época actual de expansión espantosa de la economía del “libre mercado”, “la sociedad humana habría sido aniquilada si no hubiesen existido medidas contrarias, protectoras, que minaban la acción de este mecanismo autodestructivo” (p. 126).
Por otro lado—y no quise decir nada antes cuando lo mencionaste, pero ahora bien que volvió a surgir ya vale comentarse,—aquella lista de principios que mencionas resulta ser una de las mayores imperfecciones en la teoría del mercado libre. Como dices, el sistema de precios es lo que gobierna y mueve el mercado. ¿Sí o no?
Herskovits: Sí.
Polanyi: Perfecto. Ahora, ¿qué me puedes decir sobre los bienes libres?
Herskovits: Bueno, un bien libre es algo al que normalmente no se puede fijar un valor económico, por ser libremente disponible para todos. Algunos ejemplos clásicos son el sol, un paisaje, el aire, la lluvia o los animales. Sin embargo, yo sostengo que un bien libre puede ser sujetado a la opción, que cambia las cosas, pues “se convierte en [un bien] económico cuando entra en juego la opción de tal modo que se elevan al máximo las satisfacciones obtenidas” (p. 15). Y ese juicio siempre va a estar socio- y culturalmente condicionado.
Polanyi: Bien. Y qué dice el mercado libre sobre los bienes libres?
Herskovits: Dice que deben de estar sujetados a todos los mecanismos del mercado igual que los demás bienes, especialmente al flujo de precios según la oferta y demanda.
Polanyi: Para que los mecanismos de precio apliquen igual a todos los bienes.
Herskovits: Precisamente.
Polanyi: Y porque estamos hablando de precio, ¿podríamos decir “mercancías” en vez de “bienes”?
Herskovits: Supongo. “Mercancía” implica algún contacto entre vendedores y compradores, y porque estás hablando de precio, sí, podría decírselo así.
Polanyi: Perfecto. Ahora, consideremos la mano de obra. ¿Podría considerarse una mercancía?
Herskovits: Pues sí. El trabajador vende su propia mano de obra al patrón por un precio establecido que responde a flujos en oferta y demanda; es una mercancía como cualquiera.
Polanyi: Bien. Acabas de contarme mucho sobre la universalidad de los mecanismos de pura oferta y demanda para establecer precios en los mercados (en sociedades pecuniarias), sobre la naturaleza dañina de la regulación, y sobre la naturaleza de la mano de obra siendo una mercancía igual que manzanas. Ahora, basado en todo lo que acabas de decirme, voy a extenderme para hacer una predicción.
Herskovits: Bueno.
Polanyi “La supuesta mercancía llamada ‘fuerza de trabajo’ no puede ser manipulada, usada indiscriminadamente, o incluso dejarse ociosa, sin afectar también al individuo humano que sea el poseedor de esta mercancía particular. Al disponer de la fuerza de trabajo de un hombre, el sistema dispondría incidentalmente de la entidad física, psicológica y moral que es el ‘hombre’ al que se aplica ese título.” (p. 123). Así que yo propongo que los supuestos ‘hechos universales’ económicos que defiendes son una ficción. Sin las protecciones de la sociedad, el mercado no podría funcionar, porque pronto terminaría destruyéndola a la sociedad. Por eso digo que la naturaleza del mercado es limitada, y que es necesaria la regulación.

[En ese momento, Adam Smith entra la cantina, tropezando, aparentemente en un estado de gran confusión. Todos lo quedan viendo]

Smith: [Gritando, con delirio] ¡Eso dije yo también! Nadie nunca me escucha.... —¡Ajkkkk!

[De golpe, con un grito, agarrando la garganta, se cae al suelo, muerto. Los clientes y el barman observan el cadáver con alarma, pero pronto recuperan su humor anterior y la plática sigue]

Herskovits: [Sonrojado] Nunca lo había pensado así, compadre.
Polanyi: ¿Quieres otra?
Herskovits: [Feliz] ¡Bueno!

[Polanyi pide otra ronda; el barman destapa las botellas]
.
Herskovits: Compadre, ¿te puedo decir una cosa?
Polanyi: Cualquier cosa, compadre.
Herskovits: Estoy preocupado, compadre.
Polanyi: ¿Sí? ¿Por qué?
Herskovits: Bueno, tú y yo llegamos aquí casi al mismo tiempo—yo un poco antes que tú, pero casi.
Polanyi: Sí, ya llevamos casi cincuenta años de compadres, de frecuentar esta cantina. ¿—No vas a llorar, verdad?
Herskovits: No, compadre. Pero sí estoy preocupado. No sé cómo lo han hecho, pero todos los pinches ejecutivos de todas esas malditas industrias transnacionales han logrado entrar aquí en el cielo.
Polanyi: Bueno, tú sabes que las mordidas no solamente las hacen en México...
Herskovits: No me sorprende... Pero bueno, lo que me preocupa es esto. Que después de haber muerto, sigan buscando maneras de seguir con sus mañas aquí.
Polanyi: Pero tú eres el economista más clásico de los dos. Ahora hay mucha más opción en cuanto a tipos de refresco. Y debido a la competencia, se ha bajado el precio. ¿Eso es bueno, no?
Herskovits: Pero están usando el agua de las nubes para hacer sus refrescos. No sé cómo lo hacen, pero de alguna forma sacaron permiso de hacerlo, y ya no llueve tanto allí abajo. Además, eso reduce el espacio donde podemos caminar.
Polanyi: ¿Qué te puedo decir? Es lo que pasa cuando el mercado domina la estructura social, en vez de viceversa. Claro que hay expansión exponencial. Hay abusos insostenibles de nuestros recursos más preciosos, por tratarlos como mercancías. Es una máquina poderosísima que vuelve cada vez más fuerte. Es simplemente el producto de la Gran Transformación; el precio del progreso. ¿Qué te puedo decir?... —¿Qué fue lo que me dijiste hace rato? “¿Nada se acepta con más dificultad que rebajar el nivel de vida...?”
Herskovits: Tienes razón, compadre... pero si siguen así, eventualmente van a acabar con las nubes. ¿Y después dónde vamos a ir?
Polanyi: Bueno... solo se me ocurre un lugar...


FIN


Laura Jordan
“Teoría social y cultural II”
Imparte: José Luis Escalona
17 de abril de 2007
Trabajo final

Bibliografía

Herskovits, Melville
(1954 (1952)) “Conducta economizante y racional”. Antropología económica. México, Fondo de Cultura Económica. Pp. 13-31.
Polanyi, Karl
(2003 (1957)) “Las sociedades y los sistemas económicos”, “La evolución del patrón de
mercado” y “El mercado autorregulado y las mercancías ficticias: mano de obra, tierra y dinero”. En La gran transformación. Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo. México, Fondo de Cultura Económica. Pp. 91-104, 105-117, 118-127.

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