La Voz del Estudiante.

Nuevas localizaciones, nuevas perspectivas.
La Maestría en Antropología Social ciesas-Sureste.

Desde el CIESAS de Chiapas me he dispues­to escribir lo que ha pasado en unos cuantos meses, apenas entreviendo los saltos cuánticos que se experimentan al evaluar las antiguas posiciones y removerlas un poco al estar dentro de un programa de Maestría en Antropología Social. Mi posición exacta se sitúa en el cuarto que funge de estudio improvisado, cuya vista alcanza apenas una ligera porción de los fríos parajes de Los Altos; estoy, desde San Cristóbal de Las Casas, tratando de situar, de entender qué tienen que ver los drásticos cambios de posición en la formación profesional, tanto en la construc­ción personal, como en la obtención de un sin­­­fín de experiencias significativas para una “nueva” estudiante. Digo con certeza nue­va, porque antes mi locali­za­ción era otra: licenciatura en Historia, Uni­versidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Morelia, dirección conocida y familiar habitada veinticuatro años…
Sucede que esta preocupación por la localización es quizás uno de los temas más recurrentes de los que puedo hablar ahora, puesto que en poco tiempo he debido confrontar mis propias maneras de mirar. Tal vez una posición determinada implica un número limitado de perspectivas, y nuestro punto de observación, geográfico, institucional y social es un “divi­sadero” desde el cual creemos muchas­ veces comprenderlo todo o al menos lo suficiente para andar satisfechos por el mundo. Basta girar un poco, voltear a otro lado o iniciar un viaje largo para entrar en un terrible y delicioso desmoronamiento de nuestras ideas primeras, primitivas o más viejas nociones de la realidad –si es que aún nos quedan ganas de llamar así a lo que se nos presenta cotidianamente–, por ello decidí expresar ideas que quizá algunos­ podrán compartir conmigo después de haber pasado apenas un semestre en este nuevo mirador…

El cambio de dirección profesional

Afortunadamente la multidisciplinari­dad­ está en perpetua construcción; aun­­que en ocasiones el campo de lo social parece una comunidad armónica y co­he­­sionada, el hecho de ingresar al pro­­grama de una disciplina distinta a la de la licenciatura ha sido una relocali­zación bastante constructiva. No por hacer menos a la especialización, pero me resulta importante en la experiencia personal, que incluso dentro del mismo entorno disciplinar no es sencillo el tránsito de una a otra profesión, sobre todo porque permite cambiar de lentes, mirar los temas de siempre a través de nuevas teorías, no del todo ajenas, pero que ofrecen una gama distinta y permiten muchas veces ver cosas que antes quedaban ocultas o que, quizá desde los ojos ya educados para enfocar hacia determinado interés, pasaban desapercibidas. La integración de un grupo de estudiantes con formación profesional diversificada –ya que se compone de historiadores, antropólogos, lingüistas, filósofos, psicólogos, sociólogos, agrónomos, comunicólogos y demás– es una experiencia en sí misma, un debate cotidiano que genera una dinámica que posibilita en gran medida nuestra capacidad de intercambio auténtico de localizaciones.

El cambio de dirección en la investigación

En mi particular tránsito de la historia a la antropología, tuve que experimentar otro cambio contundente: de un interés perfilado por un campo de investigación específicamente en la historia política y de la educación pasé sorpresivamente­ a un campo desconocido y antes poco atrayente para mí, y ahora me ubico en una línea de investigación distinta: “Antropología e Historia de la Religión”. Debo confesar que éste sí ha sido un difícil reto, pero salir de la costumbre no signi­fica abandonar los propios intereses. Por el contrario, se presenta otra vez una oportunidad para reformular, para ver los recovecos de los problemas sociales que antes no resultaban importantes. Otras lecturas, distintos argumentos, otros ángulos. Este reposicionamiento ha sido uno de los más constructivos, y con seguridad podrá reflejarse más tarde porque es un proceso en continua construcción, sobre todo en el ejercicio de vastas discusiones y diálogos acadé­micos.

El simple cambio de dirección

Del occidente a sureste se abre un paisa­je muy amplio; el mismo traslado do­mi­ci­liario implica ya de por sí una trans­formación en las formas de ver, de comprender, de asumir y discutir algunas ideas preconcebidas o institucionalizadas. Pero sobre todo este cambio de dirección empiezo a vivirlo con mayor intensidad en el trabajo de campo, en esa cercanía, con lo mucho que guarda de sorprendente ante los ojos ávidos de conocer más, un estado como Chiapas; no me gustaría que sonara a lugar común decir que venir acá implica una completa mutación, sino más bien quiero hacer énfasis en que el viaje, el movimiento, los traslados a cualquier lugar -que nos permiten romper con lo que antes era cotidiano- son de por sí un veta muy fructífera para la investigación social.
Hay muchos más cambios direccionales que poco a poco he vivido compartiendo estos días con quienes cohabitamos ahora el CIESA-Sureste, pero quizá es temprano para ubicarlos en su justa dimensión. Sólo resta concluir que la experiencia debe ser continuamente pensada desde todos sus ámbitos y por ello vale la pena compartirla, hacerla siempre colectiva, porque a final de cuentas parece que uno de los ejes del conocimiento social es esta capacidad humana para intercambiar los múltiples, diversos puntos de vista, localizaciones y perspectivas.
Tania Ávalos Placencia
CIESAS-Sureste
San Cristóbal de Las Casas, Chiapas
Estudiante de la Maestría
en Antropología Social
(CIESAS-Occidente/Sureste)
avalos_tania@yahoo.com.mx

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