La Voz del Estudiante.

Nunca pensé que me iba a dedicar a la lingüística. Cuando terminé los cursos que me acreditaron el grado de Maestro en Educación Bilingüe, importaba poco lo que llegaría después; simplemente me sentía bien haber logrado algo por lo que había trabajado durante varios años. Pero, a fuerza de obligación, tuve que buscar un trabajo para ganarme la vida y así fue. Me dieron la oportunidad de ser maestro en una co­munidad que estaba a dos horas de Santa Cruz Barillas, cabecera municipal del lugar donde vivía en Guatemala. Estaba contento y había hecho planes de trabajo para mi primera experiencia con un grupo de estudiantes. Sorpresi­va­mente me buscaron dos personas en la casa de mis padres para invitarme a participar en un taller de lingüística maya en la ciudad de Antigua Guatemala (1998). Se trataba de un taller de una semana que serviría para seleccionar a los que se que­darían contratados por un año. Así que no lo pensé dos veces; fui a probar suerte y califiqué para el programa de un año. Luego me contrataron para trabajar cuatro años más. En este tiempo hice varios trabajos que posteriormente fueron publicados; algunos de autoría personal y otros de coautoría. Desde entonces, he estado haciendo algo por el Q’anjob’al (mi lengua maya materna). Mientras trabajaba, también asistía a la Universidad Rafael Landívar los fines de semana, en donde estudié la Licenciatura en Lingüística.
En 2003 terminé los cursos de la Licenciatura y seguí trabajando, así que me olvidé de la tesis. No fue sino hasta 2005 que decidí titularme porque me habían aceptado en la Maestría en Lingüística Indoamericana del CIESAS. Terminé la tesis con la ayuda del Dr. Roberto Zavala; a los 15 días fue el examen de tesis, el cual aprobé sin mayores complicaciones, y dos días después del examen viajé a México porque las clases habían iniciado. Todo fue tan rápido que hasta se me olvidó celebrar la aprobación del examen… Pero bueno, lo importante era que ya tenía la aceptación y la beca del ciesas para la Maestría. Estaba ilusionado con el nuevo proyecto y hasta ahora sigue siendo la razón por la que me levanto todos los días. Me siento un afortunado estando aquí.
En un principio me costó un poco de trabajo acostumbrar­me al estilo de vida en México, pero poco a poco me di cuenta que no era nada complicado; ahora ya me siento en casa gracias a mis amigos –compañeros de mi generación– que me han dado todo su apoyo.
Faltan pocos meses para dejar de convivir con la generación de la que formo parte. Cada quien se llevará mucho o algo de lo que pudo aprender durante este tiempo en esta institución. Lo cierto es que yo estoy y estaré agradecido por haber tenido la oportunidad de estar acá, compartiendo experiencias con un grupo maravilloso de compañeros que seguramente todos recordaremos en el futuro.
Este tiempo ha sido un proceso de aprendizaje, he aprendi­do muchas cosas que me están ayudando a comprender mejor la necesidad de trabajar por las lenguas indígenas como uno de los pilares de la identidad cultural. Por estas razones y muchas más, es necesario mantenerlas vivas y promoverlas en los más diversos campos de acción. Claro está que con un par de años no se puede lograr mucho, pero los esfuerzos cons­tantes, tanto de profesionales como de hablantes, pueden provocar el cambio. Los resultados en las comunidades lingüísticas pueden ser variados porque las condiciones sociolingüísticas y culturales pueden ser diversas, de manera que las acciones se deben perfilar de acuerdo con estas condiciones. Éstas son algunas ideas mías sobre estos temas que pueden parecer utópicas e imposibles de concretar pero hay que empezar por algo.
En esta Maestría estoy obteniendo herramientas teóricas y metodológicas para atender algunas de las tantas necesidades lingüísticas existentes en mi comunidad. Tengo muy poca experiencia en este campo pero lo que he hecho y aprendido podría compartirlo con la gente interesada en trabajar, para que juntos podamos llevar a cabo trabajos de documentación y estudios descriptivos de la lengua. Los aportes de este tipo no resuelven todos los problemas y no llenan todos los vacíos, pero por lo menos sentarán las bases para proyectos educativos y políticas lingüísticas.
Tengo claro que no todos los trabajos realizados cumplen con su cometido. Digo esto porque de los pocos que he hecho, no todos tienen una aceptación porque algunos maestros de edu­cación bilingüe como yo argumentan que los materiales tienen que estar escritos en la variedad lingüística que ellos hablan. En mi opinión, los trabajos de lingüística deben realizarse dentro de ciertos modelos ya probados en otras lenguas, con el propósito acostumbrar a los hablantes a una escritura uniforme en la lengua. Muchos han reaccionado en contra de esta propuesta, pero con el tiempo se dan cuenta de que es por el bien de la lengua, de manera que acceden a utilizar los materiales educativos, lo cual es una buena noticia porque son avances que se tienen en el proceso. De esta manera, la conciencia lingüística se va for­taleciendo y, si se sigue con este mismo ritmo de trabajo, no será casualidad que dentro de unos 10 años se verá un cambio de actitud en los hablantes y ellos influirán en la actitud positiva de los niños hacia la conservación y uso de la lengua que hablamos.

Ahora ¿qué sigue?

No acostumbro hacerme esta pregunta, lo hago aquí porque trato de poner en orden mis ideas. No tengo planes asegura­dos para el tiempo que viene, lo que tengo en mente es escribir una tesis. Esto me mantiene con ganas de trabajar porque será un ejercicio que me permitirá evaluar mi nivel de aprendizaje y podré revalorar todo lo que aprendí de mis compañeros, de mis maestros y de la gente que me ayudó en este proyecto; espero no defraudarlos. Entonces pondré a prueba lo aprendi­do dentro de mi proyecto para la lengua Q’anjob’al.
Adán F. Pascual
Estudiante de la Maestría
en Lingüística Indoamericana (2005-2007)
adankwin@gmail.com, adanfp@hotmail.com
Febrero, 2007

No hay comentarios.: