Editorial

El concepto maya de “desarrollo” frente a los modelos socioeconómicos regionales, siglos XVI-XXI
Esta propuesta de investigación fue planteada por un grupo de investigadores del CIESAS-Peninsular atendiendo a una de las demandas estipuladas en la convocatoria del Fondo Mixto del Estado de Yucatán, y se derivó de los resultados de un proyecto anterior concluido en 2006 denominado Espacios de Reproducción Cultural y la Reproducción Histórica de la Marginalidad Indígena en Yucatán, Siglos XVI-XXI. Este proyecto analizó el vínculo histórico entre la condición étnica de la sociedad maya yucateca y su situación de permanente pobreza y marginalidad social y económica.
Los datos cuantitativos muestran que ser indio significa un riesgo socioeconómico, pues los grupos indígenas son los más pobres entre los pobres y la mayoría de las políticas públicas aplicadas no han cambiado esta situación. Esto indicaría que la diferencia cultural desempeña un papel importante y requiere ser considerada en los estudios sobre desarrollo. La situación que viven los mayas de Yucatán está inserta en una espiral de marginación, haciendo que los términos “gente maya” y “pobre” sean considerados como sinónimos, produciendo dicotomías como lo “tradicional” y lo “moderno” o “pobreza” versus “desarrollo”, donde los primeros términos se relacionan con la población maya.
El proyecto se propone explicar una paradoja: en el transcurso de su historia, los mayas han sido la principal fuerza laboral en la construcción del desarrollo económico y de la creación de riqueza en el ámbito regional y, sin embargo, este pueblo ha permanecido prácticamente excluido de los beneficios de ese desarrollo. Así, al aportar su trabajo los mayas han sido parte fundamental de la misma estructura económica y social en la que se articulan desde los milperos hasta los asalariados, pero en la distribución del producto social –y por ende del consumo–, la mayoría de la población maya-hablante queda por debajo de los criterios codificados y legal y socialmente aceptados para calificar una vida digna: el salario mínimo, la escolaridad básica y el acceso a servicios de salud y vivienda, por citar los más básicos. Lo más grave es que tampoco los mayas que se mantienen en la esfera de la economía de autoconsumo y en la vida “tradicional” encuentran posibilidades para el desarrollo de su propia cultura y formas de vida. Para entender esta paradoja se requiere un análisis de largo plazo que permita la revisión de los distintos modelos socioeconómicos impuestos en la región –que en términos muy generales se pueden sintetizar desde la Conquista en un proyecto señorial imbricado con un incipiente desarrollo mercantil, un modelo de desarrollo articulado en torno de la hacienda agroexportadora y una situación más reciente de modernización económica capitalista– y vincular estos modelos con la situación de los mayas como actores sociales así como sus respuestas organizadas frente a estos cambiantes contextos.
El objetivo principal del proyecto es el análisis de la compleja relación existente entre la idea que los mayas tienen de su propio desarrollo y los contextos variables de modelos socioeconómicos en los que han estado insertos, con objeto de proponer estrategias encaminadas a lograr la congruencia que debe existir, por un lado, entre la dinámica propia de la sociedad y de la cultura maya y, por otro, de los modelos, políticas públicas y proyectos dirigidos a este importante segmento de población del estado de Yucatán. La investigación incluye también la identificación de grupos organizados (productivos, culturales, religiosos, gremiales y otros) para valorar su incidencia en acciones que busquen revertir situaciones de pobreza y marginalidad, y que refuercen la identidad del pueblo maya. Asimismo, al considerarse a la educación pública como un motor básico del desarrollo, se analizan las causas del bajo rendimiento escolar.
Uno de los problemas más recurrentes al planificar políticas de combate a la pobreza es el patrón disperso de asentamiento de la población con mayor grado de marginalidad y pobreza que dificulta el acceso a los servicios básicos de educación, salud y bienestar. Pero es necesario resaltar el hecho de que, de manera creciente, los mayas han migrado a entornos urbanos, en gran parte impulsados por la percepción generalizada de que para dejar de ser pobre y marginado primero se debe dejar de ser maya. Esta población maya urbana no existe para quienes planifican las políticas públicas.
Aunque la idea del desarrollo se ha planteado de diversas maneras (la “modernización”, la “dependencia”, la “crítica de la dependencia” o el “desarrollo desigual”), la noción generalizada ha sido lineal al plantearlo como un proceso permanente y acumulativo. Esta noción generalizada se imbricó bien con la tendencia integracionista del indigenismo, pero a partir de la década de los ochenta se fue dejando de lado para sustituirla por lo que se ha dado en llamar etnodesarrollo, que incorporó al concepto la dimensión cultural. Pero uno de los problemas de esta propuesta radica en que implica una representación de los indígenas como habitantes de comunidades más bien aisladas con economías de subsistencia y muy limitada interacción con el mercado, con lo que deja de lado la pobreza indígena urbana y la participación de los indígenas en los mercados de trabajo y de productos. De manera que se impone la revisión de la noción misma del desarrollo con el fin de no ofrecer solamente el impulso de las capacidades de los pueblos indígenas para que enfrenten y participen en “el proceso de desarrollo”.
Al ser el desarrollo un concepto esencialmente dinámico, el proyecto se funda en una necesaria revisión del contexto histórico de la sociedad maya en el largo plazo para ubicar las pautas generales de su desarrollo. A la llegada de los españoles había una numerosa población con niveles de organización que le habían permitido generar una compleja sociedad y cultura, así como producir un volumen importante de excedentes para sostenerlas. La economía se centraba en la producción de maíz y otros cultivos que se complementaba con la pesca, producción de sal y cacería. El intercambio comercial permitía el acceso a diversos productos. A pesar de la fragmentación política, la civilización maya mantenía vigentes sus principales logros culturales.
La Conquista española transformó a la sociedad maya imponiendo a su población la denominación de indígena, un término que implica la subordinación y la discriminación cultural. Su trabajo organizado se convirtió en la principal fuente de riqueza para los conquistadores, ante la falta de otras fuentes como las minas y las tierras propicias para cultivos comerciales. Se registraron cambios drásticos pues los señoríos fueron desarticulados y la población nativa quedó integrada en más de doscientos veinte repúblicas indígenas, precedentes de los municipios contemporáneos, donde se instauró el cabildo en el marco de una política estatal de separación o segregación pero que otorgó capacidad de gestión a los dirigentes de cada pueblo. En el ámbito económico, los mayas se integraron al régimen colonial por medio de la tributación, los servicios personales y los repartimientos, como mecanismos de aprovechamiento de su trabajo organizado. Pero en el ámbito del desarrollo cultural mantuvieron importantes espacios de expresión, especialmente porque su lengua se mantuvo y se convirtió en la lengua franca por su uso generalizado. Aprendieron a escribir en caracteres latinos la lengua maya, lo que les permitió mantener el registro de su historia, de sus conocimientos médicos y literarios y de una parte importante de su cosmovisión. El lenguaje escrito medió también su relación con las autoridades, especialmente en cuanto a los mecanismos de impartición de justicia.
El desarrollo de la sociedad maya de Yucatán registró importantes cambios a partir de mediados del siglo XVIII, como resultado de políticas inspiradas en el pensamiento liberal que marcaron un giro radical de la segregación al integracionismo. Se enajenaron tierras baldías para impulsar el crecimiento de la agricultura y la ganadería empresarial, se desamortizaron los bienes corporativos, se canceló el sistema de la encomienda y perdió fuerza el mecanismo de los repartimientos, lo que tendió a debilitar el control ejercido por cabildos y caciques. Numerosos habitantes de los pueblos se fueron a radicar a los asentamientos de haciendas como jornaleros o arrendatarios y se multiplicaron pequeños asentamientos humanos en el contexto rural, una característica observable aún en la actualidad yucateca.
La Independencia y la construcción de México como nación durante el siglo XIX acentuaron las transformaciones de la sociedad maya, por la política general de la desamortización de corporaciones civiles, como eran los pueblos, y por la ciudadanización de la población indígena. La colonización de baldíos y el desarrollo de las haciendas generaron oposición y fueron causa, entre otras, del grave conflicto social conocido como la Guerra de Castas. Otros cambios que afectaron a los mayas fueron la cancelación del uso legal de su propia lengua y su desplazamiento de los cargos en cabildos y juntas municipales, que afectaron también negativamente los acervos culturales y políticos de la sociedad maya. Al término del siglo xix casi la mitad de esta población habitaba en las haciendas, transformadas en agroindustrias del henequén, y en los pueblos se estrecharon las posesiones comunales o ejidales.
El siglo XX fue de mayores transformaciones todavía. El integracionismo marcó la política impulsada por los gobiernos en su relación con las sociedades indígenas después de la Revolución Mexicana y su eje primordial de desarrollo fue la educación pública en español. Se privilegió la exaltación de la historia nacional y se dejó de lado el acervo de conocimientos derivados de la cultura maya que permaneció socialmente estigmatizada y ajena al “desarrollo civilizatorio”. La educación bilingüe ayudó al proceso integrador. La modernización de las últimas décadas de este siglo ha generado un tipo de integración socioeconómica que conjuga diversos procesos que se complementan necesariamente: a) la desincorporación de decenas de miles de ejidatarios del crédito agrario (literalmente su desocupación), b) el desarrollo de ciudades y zonas turísticas en la costa Caribe, c) el impulso a la industria maquiladora, d) el crecimiento de la infraestructura, e) la urbanización de la población rural y el consiguiente crecimiento urbano acelerado, f) el desarrollo de movimientos migratorios (permanente y estacional) y g) el desplazamiento laboral cotidiano que implica largas distancias. Al observar los avanzados procesos de modernización socioeconómica de la península yucateca, estamos frente a un resultado histórico de larga duración, que se inició con el descubrimiento y la Conquista. Si bien las condiciones del medio geográfico y de los recursos naturales sin duda han impactado a la sociedad –con el cultivo de maíz, algodón, caña de azúcar y henequén, explotación de palo de tinte y de maderas preciosas, cultivo y extracción de la sal, entre otras actividades–, la sociedad maya es la condición básica que ha permitido, con su esfuerzo casi en nada compensado, la consolidación de la península yucateca como una región.
Pero es importante señalar que tanto la segregación colonial como el integracionismo posterior constriñeron a los portadores de la cultura maya al ejercicio de su riqueza cultural en el ámbito estrictamente local, sin facilitar el intercambio con el exterior y limitando las posibilidades de desarrollo. La pérdida de la escritura en su propia lengua fue una desventaja al reforzar el aislamiento y contribuir al deterioro de los mecanismos de supervivencia cultural. La castellanización forzada, pero incompleta, despojó a los mayas de buena parte de sus bases conceptuales sin brindarles los adelantos del conocimiento universal.
El grupo de trabajo de este proyecto de investigación lo conforman cinco investigadores del CIESAS-Peninsular y una de investigadora de la Universidad Autónoma de Yucatán. Quien esto escribe, así como la Dra. Laura Machuca y la Dra. Paola Peniche, realizan análisis de diversos aspectos históricos, el Dr. Jesús Lizama y la Dra. Violeta Guzmán hacen lo propio con temáticas contemporáneas, en tanto que el Dr. Pedro Bracamonte aborda cuestiones tanto históricas como actuales. Cuatro tesistas de licenciatura colaboran asimismo en el proyecto.
En junio de este año se concluyó la aplicación de la Segunda Encuesta sobre marginación, pobreza e identidad del pueblo maya de Yucatán (Empimaya), a una muestra de mil ciento cincuenta jefes de familia distribuidos en quince municipios. Los primeros datos agregados confirman los resultados de la primera encuesta realizada en 2004 y hacen énfasis en dos tendencias: el dinámico proceso del desplazamiento lingüístico y la creciente terciarización del empleo de los mayas. Por otra parte, en julio comenzó el levantamiento de la Encuesta sobre migrantes permanentes mayas en la ciudad de Mérida a una muestra de trescientos ochenta jefes de familia, con el objetivo de evaluar los cambios socioeconómicos, lingüísticos y culturales de la población maya que llegó a radicar en esa ciudad en las últimas cuatro décadas. Los resultados de estas encuestas serán difundidos en el Observatorio de seguimiento y análisis de las condiciones de vida del pueblo maya de la Península de Yucatán en el sitio web de la sede Peninsular del ciesas que se inaugura en septiembre. Seis artículos y capítulos de libro quedan como los primeros productos analíticos del proyecto. Asimismo, están en preparación los primeros dos volúmenes del cedulario de la colonización española en Yucatán.


Dra. Gabriela Solís Robleda
Investigadora del CIESAS-Peninsular

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