Continúo con el programa de lecturas acerca de la independencia de Hispanoamérica. El plan consiste en seguir los acontecimientos que tuvieron lugar precisamente hace 200 años. 1808 es un año clave para comprender el proceso ideológico y político conducente a la ruptura de la dominación y hegemonía española sobre el vasto territorio americano. Tomaremos aquí un extracto de la Historia de México (vol. I, pp. 98-100. [1849] Editorial Jus 1942) de Lucas Alamán acerca de la reacción militar del Virrey de la Nueva España, Don José de Iturrigaray como medida preventiva a una invasión inglesa en el puerto de Veracruz, similar a aquellas en Río de la Plata en años anteriores. Alamán consigna también las ideas que la concentración de tropas en Jalapa pone en circulación. Respetaré el estilo y ortografía del texto:
“Durante el largo tiempo de la dominación española en América, no parece que ninguna de las potencias con las que estuvo en guerra aquella nacion, formase ningun proyecto serio de invadir el continente, aunque muchas de las islas del archipiélago de las Antillas fueron sucesivamente ocupadas…
La Inglaterra con mas extensas miras que las que hasta entonces había tenido, hizo en 1806 un ataque formal á Buenos Ayres, con el objeto de establecerse en las provincias del rio de la Plata, y aunque el ejército que llegó á ocupar aquella ciudad en 1807 se vio obligado á capitular, se preparaba otro que debía haber mandado Sir Arturo Wellesley, tan famoso después con el título de Lord Wellington, y cuyo destino se dudaba si era para el mismo Buenos Ayres ó para Nueva España. Por estos amagos formó el virey Iturrigaray desde el año de 1806, un cantón de tropas en Jalapa, Perote y otros puntos inmediatos, en el que se reunieron cosa de catorce mil hombres, tanto de cuerpos veteranos como de milicias, dando á la capital al paso de algunos de los cuerpos que marchaban al cantón, el espectáculo nuevo de un simulacro de batalla, no habiendo quedado en ella mas guarnición que el regimiento del comercio, formado por soldados que ponían á sus expensas los comerciantes en lugar dé servir personalmente, y cuya oficialidad era toda de europeos, y el escuadrón urbano organizado en los mismos términos por los panaderos y tocineros. El mando de este cuerpo de tropas, el mayor que habia habido en la América española desde la Conquista, se le dio, como segundo del virey, al brigadier D. García Dávila, gobernador de la plaza de Veracruz, en la que quedó en su lugar el coronel D. Pedro Alonso.
Ejercitábanse asiduamente estos cuerpos en evoluciones militares y en el manejo de las armas, y en el mes de Enero de 1808, estuvo el virey á hacerlos maniobrar todos juntos, como en una función de guerra, en la llanura del Encero á pocas leguas de Jalapa, en la que se reunieron veinte batallones de infantería, veinticuatro escuadrones de dragones, y un tren de treinta y cuatro piezas de artillería. Así se prepararon las tropas de Nueva España para las operaciones de la campaña; se formó en ellas un espíritu militar que antes no habia; los jefes y los soldados se conocieron y se pusieron en comunicación unos cuerpos con otros, excitándose una noble rivalidad y un empeño de distinguirse, hasta entonces desconocidos en estos países, que por tantos años habian disfrutado de una profunda paz.
El plan de defensa que el virey se habia propuesto, se reducía á conservar la tropa acantonada en los climas templados, dispuesta á socorrer la plaza de Veracruz ú otro punto que fuese atacado, y si aquella se perdiese, defender el tránsito al pais sano, valiéndose de las muchas posiciones ventajosas que presenta el declive de la cordillera, muy rápido por aquella parte, para contener al enemigo en el pais en que se padece el vómito y otras enfermedades, donde estas lo consumiesen. Este plan aprobado por el gobierno de España, y el mas prudente que se pudiera adoptar, no gustó al ayuntamiento y comercio de Veracruz, empeñados en que se fortificase la ciudad y se guarneciese con muchas tropas, no obstante haber visto perecer estas en gran número cuando se hizo así por el virey Azanza, y estas contestaciones fueron el principio de la rivalidad de aquel ayuntamiento con Iturrigaray. El plan del virey eran sin duda muy acertado; y es seguro que con las tropas que tenia reunidas, disciplinadas como estaban, y con los jefes que á su frente se hallaban, el enemigo no habria logrado ocupar la capital, como variadas las circunstancias, se ha verificado con mengua de la nacion.
La reunión de tropas en el cantón de Jalapa habia hecho concebir alta idea de la fuerza militar del pais, y los que tenian algun pensamiento de independencia, veian en aquel ejército el medio de efectuarla y sostenerla; aun se dice que esto era materia de conversación entre los mismos jefes de los cuerpos; pero no obstante todas estas, circunstancias reunidas, el largo hábito de obedecer á los monarcas españoles, cuya autoridad se hacia mas respetable por lo mismo que se ejercia desde tan lejos; la inquisición que castigaba como heregía cualquiera duda sobre la legitimidad de los derechos de aquellos soberanos, y el clero cuya influencia se empleaba en sostenerlos en nombre de la religión; hubieran hecho permanecer por muchos años á la Nueva España bajo el cetro de los reyes de la antigua, si no hubieran venido á interrumpir este curso tranquilo de cosas, los grandes acontecimientos de que vamos á ocuparnos en el capítulo siguiente”.
Agradezco los valiosos comentarios de Guadalupe Jiménez Codinach, historiadora especializada en el proceso de independencia.
Toda sugerencia enviada a melville.ciesas@yahoo.com es bienvenida.
“Durante el largo tiempo de la dominación española en América, no parece que ninguna de las potencias con las que estuvo en guerra aquella nacion, formase ningun proyecto serio de invadir el continente, aunque muchas de las islas del archipiélago de las Antillas fueron sucesivamente ocupadas…
La Inglaterra con mas extensas miras que las que hasta entonces había tenido, hizo en 1806 un ataque formal á Buenos Ayres, con el objeto de establecerse en las provincias del rio de la Plata, y aunque el ejército que llegó á ocupar aquella ciudad en 1807 se vio obligado á capitular, se preparaba otro que debía haber mandado Sir Arturo Wellesley, tan famoso después con el título de Lord Wellington, y cuyo destino se dudaba si era para el mismo Buenos Ayres ó para Nueva España. Por estos amagos formó el virey Iturrigaray desde el año de 1806, un cantón de tropas en Jalapa, Perote y otros puntos inmediatos, en el que se reunieron cosa de catorce mil hombres, tanto de cuerpos veteranos como de milicias, dando á la capital al paso de algunos de los cuerpos que marchaban al cantón, el espectáculo nuevo de un simulacro de batalla, no habiendo quedado en ella mas guarnición que el regimiento del comercio, formado por soldados que ponían á sus expensas los comerciantes en lugar dé servir personalmente, y cuya oficialidad era toda de europeos, y el escuadrón urbano organizado en los mismos términos por los panaderos y tocineros. El mando de este cuerpo de tropas, el mayor que habia habido en la América española desde la Conquista, se le dio, como segundo del virey, al brigadier D. García Dávila, gobernador de la plaza de Veracruz, en la que quedó en su lugar el coronel D. Pedro Alonso.
Ejercitábanse asiduamente estos cuerpos en evoluciones militares y en el manejo de las armas, y en el mes de Enero de 1808, estuvo el virey á hacerlos maniobrar todos juntos, como en una función de guerra, en la llanura del Encero á pocas leguas de Jalapa, en la que se reunieron veinte batallones de infantería, veinticuatro escuadrones de dragones, y un tren de treinta y cuatro piezas de artillería. Así se prepararon las tropas de Nueva España para las operaciones de la campaña; se formó en ellas un espíritu militar que antes no habia; los jefes y los soldados se conocieron y se pusieron en comunicación unos cuerpos con otros, excitándose una noble rivalidad y un empeño de distinguirse, hasta entonces desconocidos en estos países, que por tantos años habian disfrutado de una profunda paz.
El plan de defensa que el virey se habia propuesto, se reducía á conservar la tropa acantonada en los climas templados, dispuesta á socorrer la plaza de Veracruz ú otro punto que fuese atacado, y si aquella se perdiese, defender el tránsito al pais sano, valiéndose de las muchas posiciones ventajosas que presenta el declive de la cordillera, muy rápido por aquella parte, para contener al enemigo en el pais en que se padece el vómito y otras enfermedades, donde estas lo consumiesen. Este plan aprobado por el gobierno de España, y el mas prudente que se pudiera adoptar, no gustó al ayuntamiento y comercio de Veracruz, empeñados en que se fortificase la ciudad y se guarneciese con muchas tropas, no obstante haber visto perecer estas en gran número cuando se hizo así por el virey Azanza, y estas contestaciones fueron el principio de la rivalidad de aquel ayuntamiento con Iturrigaray. El plan del virey eran sin duda muy acertado; y es seguro que con las tropas que tenia reunidas, disciplinadas como estaban, y con los jefes que á su frente se hallaban, el enemigo no habria logrado ocupar la capital, como variadas las circunstancias, se ha verificado con mengua de la nacion.
La reunión de tropas en el cantón de Jalapa habia hecho concebir alta idea de la fuerza militar del pais, y los que tenian algun pensamiento de independencia, veian en aquel ejército el medio de efectuarla y sostenerla; aun se dice que esto era materia de conversación entre los mismos jefes de los cuerpos; pero no obstante todas estas, circunstancias reunidas, el largo hábito de obedecer á los monarcas españoles, cuya autoridad se hacia mas respetable por lo mismo que se ejercia desde tan lejos; la inquisición que castigaba como heregía cualquiera duda sobre la legitimidad de los derechos de aquellos soberanos, y el clero cuya influencia se empleaba en sostenerlos en nombre de la religión; hubieran hecho permanecer por muchos años á la Nueva España bajo el cetro de los reyes de la antigua, si no hubieran venido á interrumpir este curso tranquilo de cosas, los grandes acontecimientos de que vamos á ocuparnos en el capítulo siguiente”.
Agradezco los valiosos comentarios de Guadalupe Jiménez Codinach, historiadora especializada en el proceso de independencia.
Toda sugerencia enviada a melville.ciesas@yahoo.com es bienvenida.
Roberto Melville
Investigador del CIESAS-DF
Investigador del CIESAS-DF
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