La historia de los pueblos indígenas de México.
Historia de un proyecto editorial
Historia de un proyecto editorial
El proyecto denominado Historia de los Pueblos Indígenas de México (HPIM) se inició en 1992 y a la fecha ha visto la publicación una colección de 21 volúmenes, todos en coedición primero con el Instituto Nacional Indigenista (INI) y ahora con la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), y algunos con la colaboración de otras instituciones académicas de los estados.
La HPIM se propuso como objetivo dar cuenta de la historia indígena durante la época virreinal y el siglo XIX y tender así el necesario “puente” entre el pasado prehispánico y el presente etnográfico. Dirigida lo mismo a los especialistas que al gran público, su formato y rasgos editoriales responden a los de una colección de “alta divulgación”, en su sentido de obra basada en los conocimientos más actualizados disponibles, redactada y presentada en una forma sencilla, clara y didáctica. De amplia cobertura regional, pretende incluir a la mayor parte de las “regiones” del país, así como dar lugar a algunos tratamientos temáticos.
La idea de hacer una obra colectiva de esta naturaleza surgió a propósito de la conmemoración del controvertido Quinto Centenario del Encuentro de dos Mundos en 1992 y de las reflexiones académicas a que dio lugar en torno al significado que aquel acontecimiento tuvo para los diversos pueblos originarios de América en general y de México en particular. El CIESAS no se mantuvo al margen de estas preocupaciones, habida cuenta de la dedicación de los investigadores que entonces integraban su Programa de Etnohistoria al estudio de la etnología histórica mesoamericana, las fuentes indígenas y la historia de la población originaria durante el virreinato y el siglo XIX. Así, el planteamiento para emprender el proyecto de redactar una Historia de los Pueblos Indígenas de México (primero llamada Historia Indígena de México) fue casi natural, al igual que la propuesta de colaboración con el INI, dada la prolongada y continua relación con nuestra institución, en especial cuando ambas patrocinaron el Programa de Formación Profesional de Etnolingüistas, en cuyo marco se realizaron, en los años ochenta, varios proyectos a cargo del Grupo de apoyo documental al Programa, dirigidos por la que suscribe, a iniciativa del entonces Mtro. Luis Reyes García, coordinador del mismo.
La HPIM se propuso como objetivo dar cuenta de la historia indígena durante la época virreinal y el siglo XIX y tender así el necesario “puente” entre el pasado prehispánico y el presente etnográfico. Dirigida lo mismo a los especialistas que al gran público, su formato y rasgos editoriales responden a los de una colección de “alta divulgación”, en su sentido de obra basada en los conocimientos más actualizados disponibles, redactada y presentada en una forma sencilla, clara y didáctica. De amplia cobertura regional, pretende incluir a la mayor parte de las “regiones” del país, así como dar lugar a algunos tratamientos temáticos.
La idea de hacer una obra colectiva de esta naturaleza surgió a propósito de la conmemoración del controvertido Quinto Centenario del Encuentro de dos Mundos en 1992 y de las reflexiones académicas a que dio lugar en torno al significado que aquel acontecimiento tuvo para los diversos pueblos originarios de América en general y de México en particular. El CIESAS no se mantuvo al margen de estas preocupaciones, habida cuenta de la dedicación de los investigadores que entonces integraban su Programa de Etnohistoria al estudio de la etnología histórica mesoamericana, las fuentes indígenas y la historia de la población originaria durante el virreinato y el siglo XIX. Así, el planteamiento para emprender el proyecto de redactar una Historia de los Pueblos Indígenas de México (primero llamada Historia Indígena de México) fue casi natural, al igual que la propuesta de colaboración con el INI, dada la prolongada y continua relación con nuestra institución, en especial cuando ambas patrocinaron el Programa de Formación Profesional de Etnolingüistas, en cuyo marco se realizaron, en los años ochenta, varios proyectos a cargo del Grupo de apoyo documental al Programa, dirigidos por la que suscribe, a iniciativa del entonces Mtro. Luis Reyes García, coordinador del mismo.
El planteamiento hecho originalmente al INI tuvo como sustento la consideración de la inexistencia de una obra de conjunto que recogiera y analizara las diversas experiencias históricas tenidas por las poblaciones originarias de nuestro país a partir del contacto entre el Viejo y el Nuevo Mundo y hasta el siglo XX, en especial durante el periodo colonial, el siglo XIX y el Porfiriato. Nos resultó en verdad sorprendente que, a pesar de la abrumadora predominancia de la población indígena durante los siglos del virreinato y de su presencia mayoritaria en el siglo XIX y el Porfiriato, los esfuerzos por conocer a profundidad su devenir histórico en esas centurias eran relativamente escasos y muy desiguales en términos regionales, temáticos y temporales y esto sin omitir de ninguna manera la importancia y gran valía de no pocas obras históricas producidas en México y en el extranjero, sobre todo en el curso del siglo XX.
Además de lo anterior, el diagnóstico historiográfico entonces realizado, mostró que el proyecto podía llevarse a cabo dada la existencia de suficientes y excelentes obras que brindaban la base de conocimiento científico sobre algunas regiones de México, la sistematización de las fuentes primarias necesarias, y un buen número de autores mexicanos y extranjeros capaces de realizar los libros, al mismo tiempo síntesis y creación.
De entre todas esas obras destaca sin lugar a dudas la monumental colección coordinada, en lo que se refiere a la etnohistoria, por el académico norteamericano Howard F. Cline, contenida en el Handbook of Middle American Indians (publicado a partir de 1971 por la Universidad de Texas y los tomos de Etnohistoria de 1972 a 1975). Muy relevante y revelador resultó conocer la intención original que inspiró a Cline a emprender la tarea de elaborar esos tomos, dedicadas a fuentes y autores, consistente en abordar la historia de la población mesoamericana posterior al contacto, así como la razón por la cual desistió de hacerlo antes de emprenderla. En sus propias palabras: “intentar la tarea de escribir artículos sustanciales sobre los grupos indígenas de América Media en el periodo colonial[…] Sería prematuro dada la débil base monográfica, el desorden y la falta de conocimiento acerca de las fuentes necesarias, el reducido número de especialistas y los puntos de vista conflictivos acerca del campo y naturaleza de la etnohistoria” (vol. 12).
Para los académicos del ciesas, en la raíz del “desinterés” por la historia indígena se encuentran dos temas: por un lado la condición subordinada de los pueblos originarios respecto a los conquistadores europeos y sus descendientes, de lo cual derivó un proyecto de país según el cual los indígenas estaban destinados a desaparecer física y culturalmente; y por el otro, el tajante corte establecido al elaborar la periodización de la historia de México, como consecuencia de lo cual ésta se divide en un antes y un después de la Conquista, que privilegia los cambios y muy poco las continuidades y como consecuencia, en la que se vincula escasamente el periodo “prehispánico” con el “colonial” y los subsecuentes. Adicionalmente y en cierta medida como consecuencia de lo anterior, observamos que en el “imaginario colectivo” nacional han imperado dos ideas: que la historia “precolonial” no forma parte de la historia nacional propiamente dicha, y que la tendencia histórica de toda la población apunta, inevitablemente, hacia la uniformidad cultural y “racial”, en sentido contrario a la condición multicultural del país. Es decir, la hegemonía de la idea de un modelo de país mestizo “racialmente” y occidental culturalmente, que comparte un mismo proyecto histórico y que tiene orígenes más o menos antiguos y comunes (según el cual “todos descendemos de los aztecas”).
Así, en la historia nacional, en la “historia de bronce”, el motivo de orgullo “de los mexicanos” es el indio mesoamericano, el indio civilizado, rígido y estático en las vitrinas de los museos, convertido en pétrea estatua o figura de barro. Rara vez tiene cabida o se menciona (más allá del anecdotario o el folklore de las fiestas patrias), al indio conquistado, explotado y en apariencia pasivo, que habitó el centro del país durante el periodo colonial y el siglo XIX, y menos aún al cazador-recolector del norte, “bárbaro” e indomable al que se combatió con ferocidad hasta su exterminio, o al indio insumiso que se rebeló en Yucatán, Sonora, la Huasteca o Chiapas contra los proyectos modernizadores compartidos por igual por liberales y conservadores.
En efecto y como lo ha señalado con acierto Enrique Florescano, en el siglo XIX los indios, ajenos al proyecto de Estado-nación, quedaron relegados de la historia nacional, se olvidó su pasado, se omitió su participación en las luchas y la construcción nacional, se atacaron las bases corporativas que les habían permitido sobrevivir en los siglos coloniales, se combatió a todos los que se rebelaron, y se omitió dictar legislación social a su favor, al declarar la igualdad de derechos y obligaciones de todos los ciudadanos. Pero lo peor: se reforzó y perpetuó su imagen negativa, implantada profundamente en la conciencia nacional y muy viva todavía entre nosotros.
La dirección del proyecto de la Colección inicialmente la compartí con el antropólogo Arnulfo Embriz, y al poco tiempo con el Dr. Mario Humberto Ruz, investigador del Centro de Estudios Mayas de la UNAM. El INI, dirigido entonces por el Dr. Arturo Warman, acogió con entusiasmo la niciativa y brindó el apoyo financiero inicial, siempre modesto, para dar comienzo al proyecto científico y editorial. Se firmaron los primeros convenios interinstitucionales y se procedió a invitar a los especialistas necesarios para emprender la elaboración de los libros programados, tanto regionales como temáticos.
Han transcurrido poco más de 15 años desde que se iniciaron los trabajos que hasta la fecha han permitido la publicación de 21 tomos de la Colección, y cabe ahora señalar algunas de las dificultades encaradas en su realización. Destacan la falta de autores para cubrir algunas de las regiones, periodos o temas, y la desigual sistematización de las fuentes necesarias. Como consecuencia, en la colección se observa la ausencia de diversas regiones y pueblos, así como de ciertos tratamientos temáticos. Parte de estas ausencias se explican por buenas razones, básicamente porque existen obras ya publicadas de excelente calidad difícilmente superables y que por lo general corresponden a las regiones más estudiadas y que cuentan con las fuentes más abundantes, mejor ordenadas y sistematizadas. Hablo sobre todo de la meseta central de México, aunque no exclusivamente.
Tres de los ingredientes que complementan los textos de los autores de esta Colección son los apéndices documentales, recuadros e imágenes, que igual pueden ser vistos y leídos como “textos” independientes. Así, los documentos que integran los apéndices son material documental primario que se refiere a la población indígena y en casos excepcionales, en el que se escuchan sus voces.
Los recuadros se insertan a lo largo de los libros y por lo general son fragmentos de fuentes primarias que se incluyen para complementar la narración del libro, o para aportar información etnográfica. Los testimonios visuales, grabados, mapas, planos, dibujos o fotografías, juegan un papel de gran importancia pues no sólo dan mayor atractivo a los libros, sino que añaden información con sus propios mensajes visuales.
El primer título salió en 1995 y a la fecha han aparecido 21, con tirajes de 2 000 ejemplares, más de la mitad ya se han agotado. Otros están en distinto grado de maduración y edición. Los autores de los libros son los siguientes: Danièle Dehouve, Jan de Vos, Carlos Manuel Valdés, Mario H. Ruz, María de los Ángeles Romero Frizzi, Sergio Quezada, Martha Rodríguez, Felipe Castro, Pedro Bracamonte y Sosa, Victoria Chenaut, Antonio Escobar Ohmstede, Cynthia Radding, Héctor Cuauhtémoc Hernández, Evelyn Hu-DeHart, Juan Carlos Reyes G., Rosa H. Yáñez, Carlos González Herrera y Ricardo León, Bárbara Cifuentes, Juan Carlos Reyes, Rosa Elba Rodríguez Tomp, Eduardo Miranda Arrieta. En preparación están los de Juan José Rodríguez Villarreal, Carlos S. Paredes Martínez, Leopoldo René García Castro, Francisco José Román, Gerardo Sánchez Díaz y Ethelia Ruiz Medrano.
Estamos ahora intentando realizar una edición digital que permita alcanzar la meta original de difundir ampliamente la Colección, en especial en las regiones estudiadas y entre los pueblos indígenas de nuestro país. Espero que pronto se pueda cristalizar ese sueño.
Además de lo anterior, el diagnóstico historiográfico entonces realizado, mostró que el proyecto podía llevarse a cabo dada la existencia de suficientes y excelentes obras que brindaban la base de conocimiento científico sobre algunas regiones de México, la sistematización de las fuentes primarias necesarias, y un buen número de autores mexicanos y extranjeros capaces de realizar los libros, al mismo tiempo síntesis y creación.
De entre todas esas obras destaca sin lugar a dudas la monumental colección coordinada, en lo que se refiere a la etnohistoria, por el académico norteamericano Howard F. Cline, contenida en el Handbook of Middle American Indians (publicado a partir de 1971 por la Universidad de Texas y los tomos de Etnohistoria de 1972 a 1975). Muy relevante y revelador resultó conocer la intención original que inspiró a Cline a emprender la tarea de elaborar esos tomos, dedicadas a fuentes y autores, consistente en abordar la historia de la población mesoamericana posterior al contacto, así como la razón por la cual desistió de hacerlo antes de emprenderla. En sus propias palabras: “intentar la tarea de escribir artículos sustanciales sobre los grupos indígenas de América Media en el periodo colonial[…] Sería prematuro dada la débil base monográfica, el desorden y la falta de conocimiento acerca de las fuentes necesarias, el reducido número de especialistas y los puntos de vista conflictivos acerca del campo y naturaleza de la etnohistoria” (vol. 12).
Para los académicos del ciesas, en la raíz del “desinterés” por la historia indígena se encuentran dos temas: por un lado la condición subordinada de los pueblos originarios respecto a los conquistadores europeos y sus descendientes, de lo cual derivó un proyecto de país según el cual los indígenas estaban destinados a desaparecer física y culturalmente; y por el otro, el tajante corte establecido al elaborar la periodización de la historia de México, como consecuencia de lo cual ésta se divide en un antes y un después de la Conquista, que privilegia los cambios y muy poco las continuidades y como consecuencia, en la que se vincula escasamente el periodo “prehispánico” con el “colonial” y los subsecuentes. Adicionalmente y en cierta medida como consecuencia de lo anterior, observamos que en el “imaginario colectivo” nacional han imperado dos ideas: que la historia “precolonial” no forma parte de la historia nacional propiamente dicha, y que la tendencia histórica de toda la población apunta, inevitablemente, hacia la uniformidad cultural y “racial”, en sentido contrario a la condición multicultural del país. Es decir, la hegemonía de la idea de un modelo de país mestizo “racialmente” y occidental culturalmente, que comparte un mismo proyecto histórico y que tiene orígenes más o menos antiguos y comunes (según el cual “todos descendemos de los aztecas”).
Así, en la historia nacional, en la “historia de bronce”, el motivo de orgullo “de los mexicanos” es el indio mesoamericano, el indio civilizado, rígido y estático en las vitrinas de los museos, convertido en pétrea estatua o figura de barro. Rara vez tiene cabida o se menciona (más allá del anecdotario o el folklore de las fiestas patrias), al indio conquistado, explotado y en apariencia pasivo, que habitó el centro del país durante el periodo colonial y el siglo XIX, y menos aún al cazador-recolector del norte, “bárbaro” e indomable al que se combatió con ferocidad hasta su exterminio, o al indio insumiso que se rebeló en Yucatán, Sonora, la Huasteca o Chiapas contra los proyectos modernizadores compartidos por igual por liberales y conservadores.
En efecto y como lo ha señalado con acierto Enrique Florescano, en el siglo XIX los indios, ajenos al proyecto de Estado-nación, quedaron relegados de la historia nacional, se olvidó su pasado, se omitió su participación en las luchas y la construcción nacional, se atacaron las bases corporativas que les habían permitido sobrevivir en los siglos coloniales, se combatió a todos los que se rebelaron, y se omitió dictar legislación social a su favor, al declarar la igualdad de derechos y obligaciones de todos los ciudadanos. Pero lo peor: se reforzó y perpetuó su imagen negativa, implantada profundamente en la conciencia nacional y muy viva todavía entre nosotros.
La dirección del proyecto de la Colección inicialmente la compartí con el antropólogo Arnulfo Embriz, y al poco tiempo con el Dr. Mario Humberto Ruz, investigador del Centro de Estudios Mayas de la UNAM. El INI, dirigido entonces por el Dr. Arturo Warman, acogió con entusiasmo la niciativa y brindó el apoyo financiero inicial, siempre modesto, para dar comienzo al proyecto científico y editorial. Se firmaron los primeros convenios interinstitucionales y se procedió a invitar a los especialistas necesarios para emprender la elaboración de los libros programados, tanto regionales como temáticos.
Han transcurrido poco más de 15 años desde que se iniciaron los trabajos que hasta la fecha han permitido la publicación de 21 tomos de la Colección, y cabe ahora señalar algunas de las dificultades encaradas en su realización. Destacan la falta de autores para cubrir algunas de las regiones, periodos o temas, y la desigual sistematización de las fuentes necesarias. Como consecuencia, en la colección se observa la ausencia de diversas regiones y pueblos, así como de ciertos tratamientos temáticos. Parte de estas ausencias se explican por buenas razones, básicamente porque existen obras ya publicadas de excelente calidad difícilmente superables y que por lo general corresponden a las regiones más estudiadas y que cuentan con las fuentes más abundantes, mejor ordenadas y sistematizadas. Hablo sobre todo de la meseta central de México, aunque no exclusivamente.
Tres de los ingredientes que complementan los textos de los autores de esta Colección son los apéndices documentales, recuadros e imágenes, que igual pueden ser vistos y leídos como “textos” independientes. Así, los documentos que integran los apéndices son material documental primario que se refiere a la población indígena y en casos excepcionales, en el que se escuchan sus voces.
Los recuadros se insertan a lo largo de los libros y por lo general son fragmentos de fuentes primarias que se incluyen para complementar la narración del libro, o para aportar información etnográfica. Los testimonios visuales, grabados, mapas, planos, dibujos o fotografías, juegan un papel de gran importancia pues no sólo dan mayor atractivo a los libros, sino que añaden información con sus propios mensajes visuales.
El primer título salió en 1995 y a la fecha han aparecido 21, con tirajes de 2 000 ejemplares, más de la mitad ya se han agotado. Otros están en distinto grado de maduración y edición. Los autores de los libros son los siguientes: Danièle Dehouve, Jan de Vos, Carlos Manuel Valdés, Mario H. Ruz, María de los Ángeles Romero Frizzi, Sergio Quezada, Martha Rodríguez, Felipe Castro, Pedro Bracamonte y Sosa, Victoria Chenaut, Antonio Escobar Ohmstede, Cynthia Radding, Héctor Cuauhtémoc Hernández, Evelyn Hu-DeHart, Juan Carlos Reyes G., Rosa H. Yáñez, Carlos González Herrera y Ricardo León, Bárbara Cifuentes, Juan Carlos Reyes, Rosa Elba Rodríguez Tomp, Eduardo Miranda Arrieta. En preparación están los de Juan José Rodríguez Villarreal, Carlos S. Paredes Martínez, Leopoldo René García Castro, Francisco José Román, Gerardo Sánchez Díaz y Ethelia Ruiz Medrano.
Estamos ahora intentando realizar una edición digital que permita alcanzar la meta original de difundir ampliamente la Colección, en especial en las regiones estudiadas y entre los pueblos indígenas de nuestro país. Espero que pronto se pueda cristalizar ese sueño.
Dra. Teresa Rojas Rabiela
Investigadora del CIESAS-DF
trojasr@ciesas.edu.mx
Investigadora del CIESAS-DF
trojasr@ciesas.edu.mx
No hay comentarios.:
Publicar un comentario