Con grandes expectativas vi por primera vez este clásico, que cuenta con diversos remakes y secuelas. Me horroricé, aunque no por las razones que esperaba.
La película está basada en el libro homonónimo de Jay Anson que a su vez narra la historia de una de las más famosas casas embrujadas de Estados Unidos: los Lutz compran una linda casa en Amityville, Long Island. La familia está integrada por George y Kathy, quien a su vez es madre de dos niños y una niña de un matrimonio anterior. Los Lutz saben que en esa casa, años atrás, un hombre asesinó cruelmente a su familia, sin embargo ese antecedente no los hace desistir de la compra (las ventanas que forman ojos satánicos tampoco despiertan sus sospechas).
En los siguientes 28 días la casa muestra señas de estar viva y de mal talante. Poco a poco, los espíritus de la casa embrujada se apoderan de George, cuya personalidad se transforma al grado de hacernos pensar que se repetirá el crimen ocurrido años atrás.
Uno de los horrores de Amityville que me interesa rescatar es aquél que George vive como proveedor, esposo, padre, patrón y toda la gama de roles sociales que el personaje debe desplegar a lo largo del filme. Además de hacerse cargo de la manutención de la familia y del crédito de la casa, George es un marido amoroso; un padrastro cariñoso que intenta que los hijos de Kathy lo acepten como figura paterna; un padrino bien dispuesto a solucionar el extravío del dinero para el banquete de bodas del hermano de Kathy; un empleador responsable (hasta que los espíritus comienzan a enloquecerlo); incluso en un momento climático, cuando los Lutz han logrado escapar de una situación peligrosa, se percatan de que el perro se quedó atrás y George regresa para buscarlo, exponiendo su vida.
La vulnerabilidad de George es necesaria en términos dramáticos, pero por otra parte es resultado de una profunda constricción social que al parecer excede los límites de la película. Basta ver unos cuantos capítulos de la serie Historias de ultratumba (Discovery Channel) para identificar la misma secuencia en supuestos casos de la vida real: una familia inocente compra una casa sin saber que está embrujada, se muda en busca de una buena vida, el padre de familia se empieza a comportar extrañamente, se vuelve agresivo, la familia busca apoyo profesional (mediums, sacerdotes, científicos de lo paranormal, etc.), la casa termina ganando la batalla y la familia huye despavorida.
¿Por qué los hombres de estas historias son más proclives a la posesión? ¿Qué enfermedad social se expresa en estos sucesos reiterados? ¿Qué roles se siguen dando por hecho, como si fuesen naturales y no convencionales? Sus comentarios serán bienvenidos, como siempre.
Para los curiosos: http://www.amityvillehorrortruth.com/articles/lutzinterview4.html y
http://www.tudiscovery.com/ultratumba/index.shtml
Karla Paniagua Ramírez
Egresada de la Maestría en
Antropología Social, CIESAS-DF
Profesora de la Universidad del Claustro de Sor Juana
kpaniagua@hotmail.com
La película está basada en el libro homonónimo de Jay Anson que a su vez narra la historia de una de las más famosas casas embrujadas de Estados Unidos: los Lutz compran una linda casa en Amityville, Long Island. La familia está integrada por George y Kathy, quien a su vez es madre de dos niños y una niña de un matrimonio anterior. Los Lutz saben que en esa casa, años atrás, un hombre asesinó cruelmente a su familia, sin embargo ese antecedente no los hace desistir de la compra (las ventanas que forman ojos satánicos tampoco despiertan sus sospechas).
En los siguientes 28 días la casa muestra señas de estar viva y de mal talante. Poco a poco, los espíritus de la casa embrujada se apoderan de George, cuya personalidad se transforma al grado de hacernos pensar que se repetirá el crimen ocurrido años atrás.
Uno de los horrores de Amityville que me interesa rescatar es aquél que George vive como proveedor, esposo, padre, patrón y toda la gama de roles sociales que el personaje debe desplegar a lo largo del filme. Además de hacerse cargo de la manutención de la familia y del crédito de la casa, George es un marido amoroso; un padrastro cariñoso que intenta que los hijos de Kathy lo acepten como figura paterna; un padrino bien dispuesto a solucionar el extravío del dinero para el banquete de bodas del hermano de Kathy; un empleador responsable (hasta que los espíritus comienzan a enloquecerlo); incluso en un momento climático, cuando los Lutz han logrado escapar de una situación peligrosa, se percatan de que el perro se quedó atrás y George regresa para buscarlo, exponiendo su vida.
La vulnerabilidad de George es necesaria en términos dramáticos, pero por otra parte es resultado de una profunda constricción social que al parecer excede los límites de la película. Basta ver unos cuantos capítulos de la serie Historias de ultratumba (Discovery Channel) para identificar la misma secuencia en supuestos casos de la vida real: una familia inocente compra una casa sin saber que está embrujada, se muda en busca de una buena vida, el padre de familia se empieza a comportar extrañamente, se vuelve agresivo, la familia busca apoyo profesional (mediums, sacerdotes, científicos de lo paranormal, etc.), la casa termina ganando la batalla y la familia huye despavorida.
¿Por qué los hombres de estas historias son más proclives a la posesión? ¿Qué enfermedad social se expresa en estos sucesos reiterados? ¿Qué roles se siguen dando por hecho, como si fuesen naturales y no convencionales? Sus comentarios serán bienvenidos, como siempre.
Para los curiosos: http://www.amityvillehorrortruth.com/articles/lutzinterview4.html y
http://www.tudiscovery.com/ultratumba/index.shtml
Karla Paniagua Ramírez
Egresada de la Maestría en
Antropología Social, CIESAS-DF
Profesora de la Universidad del Claustro de Sor Juana
kpaniagua@hotmail.com
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